Dr. Ope Pasquet |
Faltan
tres años para las próximas elecciones departamentales. Hay tiempo, pues, para
plantear, analizar y discutir propuestas de reforma de las normas vigentes en
esa materia. ¿Que hay otros temas en la agenda pública? Sin duda. Pero
–parafraseando lo que se decía de un presidente estadounidense que no se
destacaba por su inteligencia -confiamos en la capacidad de todos nosotros
para caminar y masticar chicle al mismo tiempo. Seguramente podremos considerar
más de uno o dos temas en el curso del próximo trienio.
Salta a la vista que,
en aspectos de gran importancia, el régimen electoral departamental es distinto
del régimen electoral nacional. El presidente de la república se elige a dos
vueltas, si ningún candidato obtiene la mayoría absoluta en la primera de
ellas. En cambio, los intendentes se eligen por mayoría simple de sufragios. Las bancas en ambas cámaras del
Parlamento se adjudican según el criterio de la representación proporcional
integral, mientras que en las Juntas Departamentales la mayoría absoluta
se asigna automáticamente, como “piso”,
al partido del Intendente electo,
reservándose la proporcionalidad a la adjudicación de bancas entre los partidos
minoritarios.
A nuestro juicio, las
diferencias entre ambos regímenes no se justifican. Vamos Uruguay propone
modificar las reglas de las elecciones departamentales, para que se parezcan
tanto como sea posible a las de la elección nacional. No se trata sólo de un
afán de coherencia y racionalidad. Pensamos
que las normas departamentales producen efectos políticos injustos o
inconvenientes, por lo que diremos a continuación.
A nivel nacional, la
vieja discusión entre representación mayoritaria y representación proporcional
se zanjó hace cerca de un siglo, en favor de esta última. Se optó por la
justicia y la defensa del pluralismo y el derecho de las minorías, aunque ello
implique menoscabo de la gobernabilidad. Los uruguayos preferimos, por razones
de justicia, que el partido que tiene un determinado porcentaje de votos en las
elecciones nacionales tenga el mismo porcentaje de bancas en el Parlamento,
aunque ello le provoque algunos dolores de cabeza al gobierno de turno. A nivel
departamental, en cambio, se le ha querido ahorrar esos dolores de cabeza a los
intendentes, dándoles la mayoría absoluta en la Junta. Es obvio que esto no es
justo. Si es necesario que el intendente pueda aplicar su programa de gobierno,
si no es bueno que quede eventualmente prisionero de minorías decisivas, lo
mismo –y con mayor razón- puede decirse
del presidente de la república. Sin embargo,
nadie propone abandonar la representación proporcional rigurosa a nivel
nacional. Francamente, nos sorprendió que la propuesta de establecer la
representación proporcional también a nivel departamental (planteada hace ya
meses por el diputado de Alianza Nacional, Javier García) no recibiera de
inmediato la adhesión masiva y
entusiasta de los nacionalistas, que antiguamente levantaban con orgullo esa bandera.
Con respecto a la
elección de los intendentes, la segunda vuelta nos parece también justa y
necesaria. Cuando son más de dos los partidos que disputan un solo cargo, los
ciudadanos quedan enfrentados a un dilema. Si votan con el corazón, por el
partido y el candidato que realmente quieren, corren el riesgo de que su voto
vaya a un candidato sin chances de triunfar y por lo tanto no incida en la
disputa entre quienes sí tienen posibilidades reales de ser electos; pero si
votan para que su voto resulte “útil” y pese en la elección, quizás tengan que
votar a un partido que no es el suyo y a un candidato que no es el que
prefieren, sino apenas el que consideran el menos malo de los que pueden ganar.
Esta disyuntiva restringe la libertad del elector.
Como en nuestro
sistema el candidato a la Intendencia y los candidatos a la Junta Departamental
deben ser del mismo partido, figuran en la misma hoja de votación y se votan
conjuntamente, la alternativa de hierro impuesta a los electores repercute en
la representación de los partidos en el órgano legislativo. Los partidos a los
que los electores no les asignen chances de ganar la Intendencia no sólo
perderán votos para el cargo de intendente, sino también para los cargos de
ediles en la Junta Departamental. Y los efectos de la pérdida serán
amplificados por la ausencia de representación proporcional. Esto debilita a
los partidos políticos (pero no tiene por qué interesar a quienes tengan la
certeza de que siempre serán mayoría…).
La segunda vuelta
resuelve esos problemas. Sabemos cómo funciona, porque se aplica desde la
elección nacional de 1999. En la primera vuelta cada uno vota por lo que
considera que es mejor. Si ningún candidato logra la mayoría absoluta, hay una
segunda vuelta entre los dos candidatos más votados en la que quienes no
apoyaron a ninguno de ellos tienen la oportunidad de votar por el que
consideran menos malo (o en contra del peor, según el talante de cada uno…). Al
final, pues, todos los votos son “útiles” y ninguno deja de incidir en la
elección del intendente; pero eso se logra sin que nadie tenga que abandonar a
su partido ni perjudicar su representación legislativa.
Las reglas electorales
tienen efectos políticos. Cambiarlas produce ciertos efectos; conservarlas produce otros. Esos efectos, a
su vez, pueden beneficiar a algunos actores políticos y perjudicar a otros
(“pueden”, digo, porque no son raros en política los efectos inesperados). No
es útil discutir en función de las conveniencias de cada uno. Lo que tiene
sentido es buscar las mejores reglas, en función de objetivos de interés
general -como la mayor libertad de los electores, o el fortalecimiento de los
partidos políticos- claramente definidos. En eso estamos.
El tema da para más,
obviamente, y volveremos sobre él.
(*) Abogado. Senador de
la República. Secretario General del Partido Colorado
1 comentario:
Con respecto a que en una sola vuelta, el cuerpo electoral tendería a no votar a su candidato de preferencia, para que su voto fuese "útil", pero si lo pensamos de esa manera...estableciendo un balotage para la elección de cada Intendente...en la segunda vuelta, el cuerpo electoral terminaría votando por algún candidato como usted lo expresó "por el que consideran menos malo (o en contra del peor, según el talante de cada uno…)" al fin de cuentas terminaría sucediendo lo mismo que usted expresó, pero en vez de que pase en la primer vuelta, pasaría en la segunda vuelta no?
saludos!!! una humilde opinión!
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