Ya
lo dijo Borges hace tiempo: los peronistas no son buenos ni malos, son incorregibles.
Pueden cambiar las modas, los hábitos y hasta los sueños de la gente, pero ellos,
pase lo que pase, sea cual fuere el disfraz que adopten y la dirección en la
que sople el viento, van a seguir siendo fieles a su esencia populista.
La clave está en que el Peronismo no es una ideología sino una forma de “hacer política”, un conjunto de usos y costumbres asociado al ejercicio del poder, no demasiado respetuoso de las formalidades democráticas y los límites del Estado de Derecho, según el cual el pueblo está representado por el “movimiento”, el mandamás de turno es el “conductor” indiscutido e indiscutible, y el fin justifica los medios.
La clave está en que el Peronismo no es una ideología sino una forma de “hacer política”, un conjunto de usos y costumbres asociado al ejercicio del poder, no demasiado respetuoso de las formalidades democráticas y los límites del Estado de Derecho, según el cual el pueblo está representado por el “movimiento”, el mandamás de turno es el “conductor” indiscutido e indiscutible, y el fin justifica los medios.
Para ser miembro de esa cofradía no hay que ser necesariamente de
izquierda o de derecha -se puede ser tanto lo uno como lo otro, o ambas cosas
al mismo tiempo-, pero sí se requiere saber de memoria la marcha peronista,
reverenciar el legado del general y su concubina, y, en lo posible, emularlos.
En ese sentido, quienes mejor han hecho los deberes han sido -¿qué duda
cabe?- los Kirchner. Primero Néstor y ahora Cristina, cada uno con su estilo
-el de aquel brusco y desalineado, el de ella más teatral y relamido-,
aplicaron el libreto original al pie de la letra. Libres de las imposturas de
los Menem o las variantes tácticas de los Duhalde, trepados a una coyuntura
económica sin precedentes que se han encargado de exprimir hasta la última gota
como si se tratara de una naranja en el desierto, se permiten desde hace ocho
años el módico lujo de la copia. Así, el tan mentado “modelo” no es más que una
suma de lugares comunes y anacronismos, y el “movimiento K” una parodia de
aquel que fundara el general en los años cuarenta.
Repasemos algunas de las características netamente populistas del
Kirchnerismo, calcadas al peronismo primigenio:
1- Es un movimiento personalista, centrado en un líder carismático, o
pretendidamente carismático, un caudillo montaraz que se siente dueño del poder
y, fiel a la impronta militar de su mentor, al que todos deben rendir culto y
obedecer sin chistar;
2- Es un movimiento popular, o al menos eso quieren hacer ver, basado en
una clientela alimentada mediante subsidios, prebendas y mentiras, y cuya
legitimidad reside en el “bombo y el clamor de la plaza” (a menudo alquilada,
cubierta de extras y militantes inventariados) y en un relato maniqueo
(nosotros, los buenos; ellos, los malos) sobre el que machacan un día sí y otro
también;
3- Es un movimiento estatista, en tanto y en cuanto es desde el Estado
que el caudillo articula su movimiento, disponiendo de los recursos públicos a
su antojo, e interviene groseramente en la Economía no para corregir las fallas
del mercado, sino para favorecer el bolsillo de empresarios amigos y aliados
estratégicos;
4- Es un movimiento proteccionista, en la medida en que aspira al
desarrollo de una industria nacional "protegida" -subsidiada,
apuntalada desde el poder, parasitaria de un mercado interno cautivo-, para
cuyo propósito los “Moreno” son tan útiles para limitar el ingreso de
mercaderías extranjeras como para disciplinar a empresarios díscolos;
5- Es un movimiento nacionalista y latinoamericanista, ya que reivindica
lo “nacional” frente a lo “extranjero” y proclama la "unidad
latinoamericana” no sólo como un destino manifiesto sino también como el único
freno posible a los imperios de turno, aunque en los hechos se comporte con sus
vecinos de forma soberbia y desconsiderada o lisa y llanamente autoritaria…
En fin, parecería que siete décadas después de que Perón y Evita
conquistaran el balcón de la Rosada y al pobre Borges lo “ascendieran” a Inspector
de Aves y Conejos, nada hubiese cambiado.
Para los argentinos nada de esto es nuevo. Ya están acostumbrados a
vivir trepados a esa montaña rusa. Lo nuevo es que de este lado del río haya
quienes vean con simpatía y hasta con cierta envidia lo que sucede en aquella
orilla. Aunque, pensándolo bien, eso tampoco es nuevo.
1 comentario:
Como siempre tus artículos Gustavo, son de alta calidad y seriedad, pero en éste has hecho una interpretación justa,certera e irrebatible del Peronismo de antes y de ahora.Te felicito.
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