Carlos Flores |
Dos
títulos de prensa en las últimas veinticuatro horas, referidos a la seguridad,
traen a colación el asunto de la minoridad infractora; un debate que tomará un
nuevo impulso cuando se presenten las firmas que juntamos para bajar la edad de
imputabilidad, para crear un centro de rehabilitación descentralizado y para mantener
sus antecedentes de modo que puedan ser considerados en los procesos penales a
los que puedan ser sometidos después de los dieciséis años de edad.
- “POLICÍA DETECTA MÁS BANDAS DE
MENORES LIDERADAS POR ADULTOS. Un individuo sin
antecedentes penales lideraba en 2011 una banda de menores que rapiñaba bancos
| Adultos también usan a adolescentes para vender drogas y hurtos a
comercios” (diario El País, 26/2/2012).
- “MENOR ABATIDO AL INTENTAR
ASALTO. Un menor de edad fue abatido en un intento de
asalto a un ciber de La Teja.
El mismo llegó al local junto a un cómplice que logró huir,
luego de que se enfrentaron al guardia de seguridad” (diario Últimas Noticias,
27/2/2012).
Citar ambos
títulos resulta bastante útil para revertir algunos tips que adornan el debate.
Entre tantos, la barra “progresista” pregona que la iniciativa estigmatiza a la
juventud por cuánto, a su entender, la trata prejuiciosamente. Según sus
acólitos “la derecha quiere mandar en cana a los jóvenes”.
Ni somos “la
derecha” ni los queremos “mandar en cana”.
Veamos:
Lejos de
estigmatizarlos, la iniciativa propuesta protege a los jóvenes. A quienes
delinquen y a quienes no. Por eso firmé y por eso sigo juntando firmas.
Los menores que no
cometen delitos son los verdaderos mártires de la delincuencia; cuando son
víctimas directas y – también – cuándo no lo son. Quien ha tenido la suerte de
no haber pasado por una situación tan violenta como las que suceden a diario,
ven limitada su libertad por la amenaza constante. La “sensación” de
inseguridad a la que refieren los jerarcas gubernamentales no es otra cosa que
falta de derecho a vivir en paz.
Pero peor parte
llevan los jóvenes que cometen delitos impulsados por la impunidad y por
adultos que, como informa la prensa, los incitan a delinquir e inclusive a
hacerse cargo de delitos que no cometieron.
En el mejor de los
casos terminan presos durante un rato para consagrarse como adultos en el mundo
de la delincuencia. En el peor, terminan con una bala en la cabeza.
Como pasó ayer.
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