El gobierno ha decidido proceder a la construcción del
puente sobre la Laguna Garzón, que hace más de 50 años está proyectada su
ejecución y que por diversos motivos, económicos, de intereses particulares y
últimamente ambientales, la obra se ha ido dilatando en el tiempo.
Particularmente,
somos de los que nunca nos hemos opuesto al progreso. Un ejemplo de ello es
que, cuando en San Carlos se dispuso la sustitución del adoquinado por el
hormigón, a lo cual algunos vecinos, felizmente una minoría, alegaba que el
adoquín no debía retirarse por razones ambientales (“el hormigón era muy frío
en invierno y muy caliente en verano”) y por razones históricas (“por encima de
él había pasado la Historia”), fuimos de los que estuvimos a favor del
hormigonado, que hasta el día de hoy sigue siendo un orgullo para nuestra
ciudad.
Igualmente me
pregunto hoy, ¿qué sería de los balnearios La Barra, Manantiales y El Chorro, si no se hubiera construido el
famoso Puente Ondulante sobre el Arroyo Maldonado?, y ¿qué sería de José
Ignacio, si no se hubiera realizado el Puente sobre la Laguna homónima? En
ninguno de los dos casos se argumentaron razones ambientales o tradicionales para
impedirlo.
En el caso del
puente sobre la Laguna Garzón, se dice poco menos que la ecología se va a
destruir y que es mejor seguir pasando en
una vieja e histórica balsa o en
botecitos a remo para mantener la tradición.
Sin embargo,
pensamos que lo único que está en juego es un gran conflicto de intereses
privados y ahora se afirma que también podría haber un interés no muy cristalino
de parte de algunos gobernantes.
Si es alguno de
esos intereses, hay que ponerlos en evidencia en forma urgente, para que no se
detenga la obra, otro medio siglo más.
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