La culpa es de la oposición

Carlos Flores

Por Carlos Flores

Hay un lugar común. Es la sorna con la que las víctimas de algunos hurtos reciben, en la comisaría, la insinuación que es suya la culpa, por haber dejado, por ejemplo, la tranca mal puesta de la banderola del altillo (ese lugar por donde sólo un contorsionista podría pasar).

Uno se indigna, ¿no? ¿Así que me desvalijaron y la culpa es mía?

Este lugar común tiene su réplica en materia política. Está de moda, mire usted: ¿Así que el país se cae a pedazos y la culpa es de la oposición?

El doble discurso del partido de gobierno tenía, era evidente, poco vuelo por recorrer.  Con mayorías parlamentarias y en su segundo período de gestión, la voracidad electoral de sus distintos sectores (ésa que hacía que cada tanto alguno “la jugara” de oposición para mantener el electorado cautivo), tuvo que consentir ante la urgencia de comenzar a atacar los problemas cruciales del Uruguay, que empeoran y empeoran.

La gente exige soluciones.

Ahora que estamos todos de acuerdo y no valen picardías – se preguntan los del FA -  ¿qué hacemos? El problema es justamente ese.

El gobierno no sabe qué quiere, no tiene rumbo ni modelos a alcanzar, más que El Partido que tampoco tiene criterios ni ideologías definidas, pueda perpetuarse en el poder.

Los problemas se agudizan y se instala entonces la máxima en boga, que la prensa obsecuente y algún distraído se encarga de repetir: ¡la culpa es de la oposición!.

El problema es que no existe una “oposición inteligente”, afirman, al tiempo que desde el gobierno se la acusa de utilizar “temas menores” como la Educación y la Seguridad (pavadita…) para hacer proselitismo.

No es casual que en esta etapa histórica que vive el Uruguay, la línea que separa oficialismo y oposición sea tan clara. De un lado está el Frente Amplio, que gobierna sin la participación del resto de los partidos políticos salvo en el contralor  de algunos organismos públicos y del otro lado están el Partido Colorado, el Partido Nacional (¿a excepción de Larrañaga?) y el Partido Independiente.

Es que somos distintos. Cuando el FA era oposición era una fuerza destructiva, capaz de frenar – por ejemplo - las reformas educativas y estatales para reconocerlas y desarrollarlas impúdicamente a la hora de gobernar. O capaz de echar leña al fuego en momentos de la peor crisis financiera y económica que vivió el Uruguay  (como cuando el Dr. Vázquez pedía públicamente el Default en el año 2002), haciendo gala de su concepción de que el fin justifica los medios.

No tenga dudas que, si la oposición actuara en forma igualmente irresponsable, estaríamos en problemas mayores. Una pequeña chispa prende un gran incendio y el presidente Mujica está jugando con fuego.

Por suerte, de este lado hay seriedad.