Al
gobierno le sobran 140 millones de dólares. O al menos eso dice el ministro de
Economía Fernando Lorenzo, que -se supone- algo sabe de finanzas. Parafraseando
a su antecesor, el Cr. Danilo Astori, señaló que se trata de un “espacio fiscal
adicional” producto del aumento de la recaudación (BPS, DGI y Aduanas) y de una
fuerte reducción del déficit fiscal.
Para el economista
Javier De Haedo, una de las cabezas más lúcidas del arco opositor, no existe
tal cosa. Si hubo un déficit de casi un punto del producto el año pasado, algo
así de 300 y pico de millones de dólares, ¿cómo va a haber excedente? Consultado
acerca de cómo se entiende entonces lo anunciado por el Poder Ejecutivo, señaló
que “el único cálculo que uno puede hacer para entenderlo es que se había
previsto 1,1% de déficit y fue 0,8%”. Lo que denota una forma bastante curiosa de interpretar los números por parte del gobierno, ¿no le parece?
Sea como fuere, con
solo escuchar la noticia de que va a haber más dinero del esperado a unos
cuantos se les hizo agua la boca. Y como siempre es más fácil ser generoso con
la billetera de los demás (es decir, con la nuestra) que con la propia, plantearon
diferentes destinos para ese “sobrante”.
El primero, como no
podía ser de otra manera, fue el presidente de la República, José Mujica, quien,
si bien señaló en su audición de M24 que hay que ser “cautelosos” y que el
destino final de ese “excedente” debe discutirse en el consejo de ministros, no
tuvo el menor empacho en señalar a renglón seguido que le gustaría gastarlo en “cuestiones ferroviarias y energéticas”.
Le siguió su esposa, la
senadora Lucía Topolansky, quien, en consonancia con el ministro de Desarrollo
Social Daniel Olesker, propuso que se invirtiera en “políticas sociales”.
Otros plantearon
volcarlo al barril sin fondo de la ANEP.
Y hasta hubo quienes,
desde la oposición, señalaron que el mejor destino posible era el ministerio
del Interior, proveyendo a la policía de móviles y equipamiento nuevos.
Como era de prever, nadie,
absolutamente nadie, habló de usar ese dinero para cancelar deudas o ahorrarlo
para el futuro, es decir, para cuando las cosas no estén tan florecientes como lo están ahora y haya que salir a pedir prestado o meterle la mano en el bolsillo a la
gente para pagar el desmesurado aumento del gasto público que este gobierno y el anterior han llevado a cabo.
Cada día tengo más claro que nuestras autoridades otean
el horizonte trepados a las ramas de un bonsái. Son incapaces de ver más allá
de sus narices.
Desde Kondratieff sabemos que el maldito capitalismo tiene ciclos. Un día comemos faisán y al otro las plumas. Si tiramos manteca al techo y nos patinamos cada peso que tenemos en el bolsillo cuando el ciclo es positivo sin pensar que tarde o temprano el viento cambiará de dirección, no estamos haciendo bien los deberes.
Desde Kondratieff sabemos que el maldito capitalismo tiene ciclos. Un día comemos faisán y al otro las plumas. Si tiramos manteca al techo y nos patinamos cada peso que tenemos en el bolsillo cuando el ciclo es positivo sin pensar que tarde o temprano el viento cambiará de dirección, no estamos haciendo bien los deberes.
Así como hay padres
que le obsequian a sus hijos el vuelto de los mandados, pero les enseñan a
ahorrarlos, hay otros que les enseñan a comprar fiado y a vivir de prestado. La diferencia es grande. Unos les enseñan a ser responsables; los otros a vivir trepados a una nube
de gas metano.
Ya lo dijo la Señora
Thatcher: “el socialismo dura hasta que se les acaba el dinero de los demás”.
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