Carlos Flores |
No es fácil demoler la famosa tesis de Ortega y Gasset “Yo soy yo y mi circunstancia”. Mucho menos con la facilidad con que el presidente Mujica lo hace de tanto en tanto.
Su
secreto está en no ser. Así, en toda circunstancia, resulta ya no impredecible
sino, lo que es peor, inoperante.
No es
pragmático, atávico, común ni extraordinario. No es guerrillero ni republicano,
de izquierda ni de derecha. Para definir a José Mujica hay que hacer una larga
lista de lo que NO ES. El problema radica en que “su circunstancia” es la de
todos, por ser el Presidente de la República.
Presumiblemente
pudo esperarse, al principio de su gestión, que el anuncio de atacar el
problema de la vivienda sería uno – sino el único – de los grandes temas que
podríamos esperar superar, al influjo de la iniciativa del Poder Ejecutivo que,
para este tipo de asuntos, no precisaba más que recursos (que le fueron
aprobados en el presupuesto quinquenal), remangarse y ser algo astuto. Ni eso.
Tras
dos años de gestión resulta evidente que el haber apelado una vez más al
voluntarismo, las políticas de vivienda del gobierno han - también - fracasado.
Es
que se instrumentó por ley el desarrollo de un ambicioso programa de vivienda
de interés social que se basó en la voluntad de los empresarios privados para
la construcción. Y como era de esperarse, no resultó.
Fue
un rotundo fracaso. En seis meses, el Ministerio de Vivienda recibió apenas una
decena de proyectos. ¿Alguien creyó que al empresariado local, a diferencia de
cualquier empresariado del mundo, lo movería el interés social?
¿Por
qué habría de hacerlo Mujica?
El
presidente todavía no cayó. Para él, se trata de una cuestión de cargos. Así
también, en el Ministerio de Vivienda, reina el caos y la ineficiencia. El
problema no tiene posible solución en un futuro cercano y la gestión del Poder
Ejecutivo se trata, pura y exclusivamente, de resolver las disputas internas
entre los jerarcas que ante sus fracasos se cruzan culpas y responsabilidades.
Así estamos.
Lo del título…
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