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| Diputado Daniel Bianchi |
Por Daniel Bianchi (*)
El beneplácito de todos los partidos políticos respecto a los entendimientos sobre Educación alcanzados durante la tercera reunión celebrada entre el Poder Ejecutivo y la oposición, que en teoría había culminado con algunos acuerdos básicos y la voluntad de todas las partes de continuar caminando en procura de una conciliación, tuvo una vida efímera.
Más corta aún, que la existencia de una mariposa nocturna.
En efecto, apenas dados a conocer a la opinión pública algunos de los puntos de referencia, parte de la batería sindical recriminó al Presidente José Mujica su avenencia con los mismos y, ni lerdo ni perezoso, el mandatario desdijo a los interlocutores de la oposición y negó haber dicho lo que les había expresado horas antes.
“Como te digo una cosa, te digo (o hago) la otra”, es desde hace largo rato el pensamiento que Mujica ha puesto en práctica mayor cantidad de veces.
Los ejemplos sobran y la opinión pública los conoce.
Tras el tirón de orejas proveniente de algunos sectores gremiales, tan sólo en horas se sucedieron desmentidos, aclaraciones e intimidaciones que, en definitiva, provocaron que en la práctica todo volviera a fojas cero.
El presidente y vocero de la coalición de izquierdas, Jorge Brovetto, desmintió las declaraciones realizadas por los líderes de los cuatro partidos políticos, manifestó su apoyo expreso a los sindicatos y descartó de plano cualquier intención de incrementar el número de miembros del CODICEN o de los organismos descentralizados.
En los hechos, la posibilidad de que Mujica hubiera vuelto al puente de mando, aferrado el timón y retomado la conducción política de la Enseñanza que había perdido a manos de los corporativismos -eventualidad que fue alentada, más que sugerida, por los líderes de la oposición- no fue más que un espejismo.
En efecto, la euforia del hipotético acuerdo alcanzado fue dejando paso a más incertidumbres que certezas y, tras lo acontecido, el grave problema que significa el bajísimo nivel actual de la Educación uruguaya no parece alentar una salida a la brevedad. Por ello es casi seguro que, al igual que en otros organismos de gobierno -por ejemplo la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE)- se multipliquen los problemas en vez de aparecer las soluciones.
El permanente condicionamiento de las figuras del partido de gobierno a los sindicatos, coloca a las autoridades en la alternativa de elegir entre lo correcto y lo que satisfaga a aquellos, que difícilmente son lo mismo. Pero hasta el momento, invariablemente, los corporativismos han prevalecido sobre la figura del propio Presidente de la República.
El mandatario se ha dado cuenta y ha reconocido que varias de las viejas banderas de la coalición no tienen cabida cuando un partido pasa de ser oposición a ser gobierno -y mucho menos en los albores de la segunda década del siglo XXI- pero tiene aprensión de señalarlo, guarda silencio y evita confrontar con algunos de los principales actores sindicales -tampoco todos- que en distintos escenarios, entre ellos la Educación y la Salud, prevalecen por sobre el interés general.
No es fácil aguardar una señal de arrojo de parte del Presidente que lo resuelva a llevar adelante los cambios que los nuevos tiempos, la realidad y la ciudadanía demandan.
Hasta hora no la ha manifestado, y creemos difícil que la exteriorice.
Parece absurdo, pero Mujica se ha convertido en la personificación del conservadurismo a ultranza.
No obstante, huelga decir que -más allá del partido que lo haya llevado hasta la Primera Magistratura- los ciudadanos debemos mantener confianza en el Presidente de todos los uruguayos.
Lo demanda nuestra misma historia.
En él estará devolver esa confianza adoptando las resoluciones necesarias, o desampararla mientras observa como los acontecimientos discurren sin su intervención.
La definición es enteramente suya.
(*) Médico. Diputado por el departamento de Colonia (Partido Colorado)
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