Cuesta
entender algunas actitudes del gobierno uruguayo. No me refiero a las
diferencias que uno pueda tener –y yo las tengo, por cierto- con sus
orientaciones políticas e ideológicas. Me refiero a la discordancia manifiesta,
a la incongruencia notoria entre declaraciones y gestos en la escena internacional
que se suceden con diferencia de pocos días y emiten señales claramente
contradictorias.
Declaraciones del presidente Mujica que
están siendo difundidas estos días, a propósito de la cumbre del Mercosur que
se está celebrando en Montevideo, ilustran bien lo que quiero decir. Mujica
dijo a una revista argentina que “entramos ahí” (refiriéndose a la Alianza del
Pacífico, de la cual Uruguay es observador) “para darle batalla a Estados
Unidos”. Y agregó: “Estados Unidos quiere hacer una alianza con el Pacífico,
para tratar de llegar a China; ese es su juego. Si nosotros nos alejamos, menos
influencia vamos a tener y estaríamos favoreciendo el trabajo de ellos. Así que
tenemos que estar, por lo menos para estorbarlos, porque si no, lo único que
hago es gritar, pero no opero”, explicó.
En el pasado mes de mayo se celebró en
Cali, Colombia, la VII cumbre de la Alianza del Pacífico. En representación de
Uruguay asistió el Vicepresidente de la República, Cr. Danilo Astori. Luego de
la reunión el vicepresidente fue claro y enfático en la valoración positiva de
la Alianza. Dijo que Uruguay debe aspirar a ser miembro pleno de ella y negó
que esa membresía pudiera no ser compatible con la pertenencia al Mercosur. El
canciller Almagro salió rápidamente al cruce de esas declaraciones, negó que
sea objetivo del gobierno uruguayo el ser miembro pleno de la Alianza y sostuvo
que las normas del Mercosur no permiten dar ese paso. En el reciente debate en
el Senado acerca de estos temas, los legisladores frenteamplistas que hicieron
uso de la palabra siguieron la línea trazada por Almagro; ningún representante
del Frente Líber Seregni intervino para respaldar a Astori, quien tampoco bajó
de la presidencia para participar en el debate.
Hasta ahí podía entenderse que se
estaba ante divergencias de criterio en el máximo nivel del gobierno, respecto
de lo que debe ser la inserción internacional del país. No es poco importante,
pero es cualitativamente distinto de lo que resulta de las transcriptas
declaraciones de Mujica. Mujica confiesa que la intención de Uruguay cuando se
acerca como observador a la Alianza del Pacífico no es conocer mejor sus
actividades y planes a fin de estudiar una eventual incorporación como miembro
pleno, sino estorbar a los Estados Unidos. Esto ya no es una contradicción
interna del gobierno uruguayo ni de “la fuerza política”: esto es duplicidad,
es engaño, es fingir un interés distinto del que realmente se tiene. Uruguay
sería algo así como un caballo de Troya en la Alianza: habría solicitado el
estatus de observador no para colaborar de alguna manera con los países
miembros de la Alianza, sino para “dar batalla” a los Estados Unidos. Y esto no
lo dice un funcionario del Servicio Exterior que pueda luego ser desmentido por
su jerarca; lo dice el Presidente de la República. No tiene arreglo. Nos
imaginamos con cuánta alegría recibirán los presidentes de México, Perú,
Colombia y Chile (los países miembros de la Alianza del Pacífico) al
representante uruguayo, en la próxima reunión de la organización.
Lo de que Uruguay se proponga “dar
batalla” a los Estados Unidos y “estorbar” su estrategia hacia China y el
Pacífico es ridículo, obviamente, pero no es eso lo peor. Lo peor que esto
ocurre a pocos días de haberse celebrado con bombos y platillos la apertura del
mercado estadounidense a los cítricos uruguayos, merced a una eficaz gestión de
la embajadora Reynoso que le fue calurosamente agradecida por el gobierno
uruguayo. En el mismo momento se anunció el propósito
de continuar las gestiones para lograr que la carne ovina también pueda
ingresar a dicho mercado.
Mientras tanto, los voceros
oficialistas nos dicen que el presidente Obama está poco menos que ansioso por
reunirse con el presidente Mujica, lo que probablemente ocurra en el último
trimestre del año.
Así que por un lado gestionamos la
apertura del mercado estadounidense para ciertos productos, y por otro
pretendemos “dar batalla” y “estorbar”, en el campo político y diplomático, a
la misma potencia a la que le pedimos aquellos favores comerciales ¿Qué damos,
a cambio de lo que pedimos? ¿Apostamos acaso a la filantropía en el campo de
las relaciones internacionales? ¿O suponemos que el gobierno de los Estados
Unidos comprenderá que las declaraciones de Mujica no son serias y que su
antiimperialismo es un gesto para la tribuna, sin contenido real? (Abonando
esta última hipótesis: en el proyecto de ley de Rendición de Cuentas el
Ejecutivo propone elevar el plazo de protección de los derechos de autor luego
de la muerte de este, desde los cincuenta años que rigen actualmente, a los
setenta años que establece la legislación estadounidense).
Estos alardes de “viveza criolla”
podrán suscitar algún comentario, entre risueño y elogioso, en alguna mesa de
boliche. Seguramente no producen el mismo efecto en las cancillerías, ni en los
organismos internacionales. Con gobiernos de distinto color político, hemos
procurado siempre ser un país serio y confiable. No dejemos de serlo.
(*) Abogado. Senador de la República
(Vamos Uruguay – Partido Colorado)
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