El diario El País de Madrid tiene instituida la figura del Defensor del Lector. La creó para, entre otras cosas, vigilar que el tratamiento de las informaciones es acorde con las reglas éticas y profesionales del periodismo.
En un reciente análisis la Defensora del Lector afirma que la asepsia total no existe en el periodismo. Para ella “ninguna información, por muy factual que sea, queda totalmente libre de las impregnaciones ideológicas o culturales del periodista”.
Pero enseguida aclara que “entre una asepsia ideal y una interpretación totalmente moldeada por la subjetividad de quien escribe hay un largísimo trecho”.
Lo mismo sucede con los editores o redactores de diarios, noticieros de televisión o radios, cuando eligen que noticias dar, como titular, qué destacar.
Resulta obvio que cuando lo hacen no están totalmente libres de impregnaciones personales. Pero de ahí a afirmar que sus decisiones y trabajo están moldeados por la subjetividad hay un gran trecho.
Más aún resulta obvio que atenderán siempre a aquello que entienden genera interés en los lectores, televidentes u oyentes de radio.
Los interlocutores imaginarios.
Resulta evidente que si la noticia central de un noticiero, todos los días, fuera el avance de las investigaciones sobre la vida de las hormigas, el mismo perdería rating y seguimiento.
Por esa poderosa razón es que resulta lógico concluir que quienes deciden minutos en radio y televisión o centímetros de cobertura en diarios y revistas, se plantean siempre en primer lugar el interés del interlocutor imaginario: aquel que escuchará la radio, se sentará frente al televisor o leerá el diario.
Pero así como es imposible que quien escribe o decide el tiempo de cobertura sea totalmente aséptico es imposible que quien se informa o recibe también la noticia lo sea.
Muchas veces, sabiendo que ocurrió algún hecho político, aguardo ansioso la forma en que lo presentarán los canales de televisión, las radios o como lo informarán las páginas de los diarios.
Muchas veces siento que no lo hicieron con el destaque suficiente, la profundidad o el enfoque correcto.
Quizás esté acertado en mi apreciación pero en ese momento me pregunto si yo mismo no traigo esa misma carga de subjetividad previa y por ende me abstengo de queja o reclamo. Lo mejor es la libertad de informar, siempre.
Es que con seguridad yo también estoy condicionado por mi propia carga personal, cultural, ideológica.
Carga personal que con seguridad también afecta al Presidente de la República cuando se enoja con la forma en que la prensa cubre noticias y amenaza con cortarle la publicidad oficial.
Está impregnado de una carga personal que no le permite distinguir adecuadamente la situación.
El Libro de Estilo del diario El País de Madrid establece que “El periodista transmite a los lectores noticias comprobadas y se abstiene de incluir en ellas opiniones personales”.
Por ello la Defensora del Lector expresa que los lectores tienen razón en quejarse cuando la visión que ofrece la noticia no está suficientemente anclada en datos o hechos comprobables.
Ahora bien, resulta notorio y evidente que las noticias sobre inseguridad de las que se queja el Presidente de la República están ancladas en datos y hechos comprobados.
Atrás quedó, por la fuerza de los hechos, aquella interpretación de que la inseguridad se trataba de una sensación y no de una realidad.
La Defensora concluye que “No podemos calificar de manipulación una noticia porque no nos guste o no estemos de acuerdo con ella y de veraz porque cuenta las cosas como nosotros las vemos. Rectifico que podemos, pero creo que al hacerlo nos estamos engañando”.
Menos aún podemos tratar de asfixiar a los medios de prensa cuando no nos gusta una noticia, como pretendió hacerlo torpemente el primer Mandatario esta semana.
(*) Abogado. Senador de la República. Líder de Vamos Uruguay
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