Por Gustavo Toledo
Días atrás, el presidente de la República advirtió
que si la mayoría de los uruguayos se manifiesta en contra del proyecto anunciado
por su gobierno de legalizar la venta de marihuana, dará marcha atrás y dejará
todo como está. “Si el 60% del país no nos respalda nos vamos al mazo”, señaló
con ese gracejo tan particular que lo caracteriza.
El Dr. Alberto Breccia,
exégeta oficial y jurisconsulto todo terreno, relató que se proponen consultar
a la opinión pública luego de que envíen el proyecto de ley al Parlamento e
incluso señaló que lo mejor sería esperar, de acuerdo a la idea del presidente,
a que se reglamente la ley, “para así discutir sobre una base concreta”. Claro
que lo lógico sería hacerlo antes de que los señores legisladores aprueben la
iniciativa, pero la lógica –como todos sabemos- brilla por su ausencia desde
hace rato.
Lo cierto
aquí, es que el gobierno piensa confiar la suerte de una ley que no tuvo el
menor empacho en calificar de “imprescindible” -¿se acuerdan que pensaban
combatir con ella el narcotráfico y liberar a los adictos del círculo vicioso
de las drogas duras?- a una encuesta de opinión pública. Algo que, como metodología
de trabajo, resulta por lo menos curioso.
Como curioso resulta, también, que confíen tanto en este tipo de relevamientos quienes no
tuvieron el menor empacho en desconocer la voluntad popular expresada en dos
plebiscitos. ¿Será que para ellos una encuesta pesa más que un plebiscito? ¿O
será que pesan lo mismo, siempre y cuando coincidan con lo que ellos –circunstancialmente-
piensan?
Seamos generosos
y démosles el beneficio de la duda. Confiemos en que un gobierno cuya columna
vertebral está formada por el MPP (Movimiento de Participación Popular) va a
prestarle atención al “pueblo” que dice representar.
Si es así, es
conveniente que tengan claro que arrancan mal. Según una encuesta realizada
hace poco, más del 60% de los uruguayos está en contra de que legalicen la
marihuana. Y, para desvelo de los muchos paniaguados obsesionados con el
silloncito que consideran inventariado y dependen del chequecito de Papa-Estado,
ese no es el único tema en el que la opinión pública corre en dirección opuesta
a la que ellos quisieran.
Sin ir más
lejos, un 63% de nuestros compatriotas cree que el gobierno “hace poco o nada”
para solucionar los problemas del país, de acuerdo a una encuesta de
Interconsult divulgada por UNoticias.
En materia
de control de la delincuencia, el 85% sostiene que el gobierno hace “poco o
nada”. Y con relación a la educación, el 66% señala que se ha hecho más bien
poco.
Todo esto sí
es perfectamente lógico. Mientras los logros del gobierno se resumen en un
boleto de ómnibus, sus desaciertos podrían llenar varias guías telefónicas. La
lista es tan larga como vergonzante: la ola de delitos que no cesa y la
consabida monserga de “la sensación térmica”, la teoría de que “lo
político prima sobre lo jurídico”, el "como te digo una cosa, te digo la otra", el desplazamiento de Paraguay y el ingreso
(por la ventana) de Venezuela al Mercosur, el Promejora que no arranca, la
ingesta de crema para manos, la imperdonable sumisión al gobierno K, los Kung
San, el entierro de PLUNA, los empresarios amigos del poder, el aumento de la
plantilla estatal y el incesante torrente de exabruptos y procacidades, por
solo mencionar a algunos.
En fin, a la
luz de esta realidad, cada vez más oscura y preocupante, no cabe más que darle
la razón a Orwell: “la cordura no depende de las estadísticas”. Ni siquiera la de los encuestadores amigos.
Al presidente
sólo le queda irse al mazo, barajar y dar de nuevo. Aun tiene tiempo para hacer
las cosas bien, si es eso lo que realmente quiere.
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