El SEMANARIO RECONQUISTA es el órgano de prensa de la Agrupación Reconquista del Partido Colorado, fundado por Honorio Barrios Tassano y Carlos Flores. Director Prof. Gustavo Toledo.

domingo, 17 de marzo de 2013

Tras los cambios sociales, cambios legales

Por Ope Pasquet (*)

El pasado martes, la Comisión de Constitución y Legislación del Senado comenzó a votar el extenso y denso articulado del proyecto de ley llamado, por sus promotores, de “matrimonio igualitario”. Ni el Partido Colorado ni el sector Vamos Uruguay adoptaron posición común sobre el tema, que no está contemplado en el programa partidario; lo que se acordó fue que cada legislador actuaría según su leal saber y entender. Fue así que todos los diputados colorados que votaron, lo hicieron a favor del proyecto. En la Comisión del Senado yo voté afirmativamente el artículo primero, que admite el matrimonio entre personas del mismo sexo, así como otros artículos que adaptan el lenguaje de la ley a este cambio (sustituyendo los términos “marido y mujer” por el de “cónyuges”, por ejemplo). No se votaron aún los artículos del proyecto referidos a la filiación o al nombre, entre otros que están pendientes, porque la Comisión sigue considerando diversos  criterios para resolver los problemas jurídicos que esos temas plantean.   

El cambio legislativo que seguramente se producirá en Uruguay, así como se produjo ya en varios estados de los Estados Unidos de América y en varios países europeos, fue precedido por  el cambio en la actitud de la sociedad hacia la homosexualidad.  

 “Ayer nomás”, en términos históricos, la homosexualidad era considerada una inmoralidad de las peores,  una enfermedad o hasta un delito. Así nos lo recuerdan el célebre caso de Oscar Wilde o el quizás menos conocido de Alan Turing, entre muchos otros. Turing fue un genial matemático británico, considerado uno de los padres de la teoría de la computación, que durante la Segunda Guerra Mundial cumplió un papel importante en la crucial tarea de descifrar las comunicaciones encriptadas de los nazis.

Pues bien; pese a esa foja de servicios militares y académicos, al comienzo de los años cincuenta  su propio país lo llevó a juicio y lo condenó por homosexual, dándole a elegir entre cumplir una pena de prisión o someterse a la castración química. Turing optó por esto último y poco después, sumido en profunda depresión, acabó suicidándose. Parece increíble que esto  pueda haber pasado en Gran Bretaña, pocos años antes de que hicieran eclosión los Beatles, pero así fue.

Hasta hoy la homosexualidad sigue siendo duramente reprimida en países como Irán, por ejemplo, pero en Occidente la situación ha cambiado mucho y para bien. Las sociedades se han hecho más tolerantes y menos crueles.  La orientación sexual de una persona ha pasado a ser considerada como una forma de ejercicio de su libertad,  que no se debe coartar ni ofender. Las leyes protegen esa libertad y castigan la discriminación por razón de orientación sexual (como así también por otras razones), pero antes que las leyes fueron las ideas y actitudes dominantes las que cambiaron, reconociendo la legitimidad de lo que hasta hace poco tiempo se consideraba pecaminoso y execrable.

En el Uruguay la homosexualidad nunca fue un delito, pero tampoco fue socialmente aceptada. La condición impuesta a los homosexuales para no tener problemas, era la invisibilidad; mientras ellos hicieran como que no eran, los demás hacían como que no sabían que sí eran. Fue bajo esta regla tácita que algunas personas de orientación homosexual ocuparon importantes cargos políticos; actuaban en la vida pública como célibes o como seres asexuados,  y nadie se metía con ellos. En otros planos de la vida social, menos visibles que la actividad política, las cosas se hacían y se siguen haciendo de la misma manera, es decir, ocultándose unos y fingiendo no ver los otros.
Pues bien: es este “statu quo” el que hoy está cuestionado y tambalea. La sexualidad constituye una dimensión demasiado importante de la personalidad y de la vida, como para mantenerla  eternamente reprimida. Por eso aumenta todos los días el número de los homosexuales que hacen pública su condición de tales, o que por lo menos no tratan de ocultarla. Y la sociedad lo admite, bien que de diversas maneras que van desde la convicción de los más jóvenes, hasta la resignación de los mayores (todo ello sin perjuicio, por supuesto, del rechazo enconado de los recalcitrantes, que son cada vez menos pero que también existen).

Este cambio de actitud es francamente positivo. Una mayor tolerancia de la sociedad no sólo aumentará la libertad de los homosexuales; también disminuirá su sufrimiento. Porque el sufrimiento es parte de esta cuestión. Seguramente mucha gente ha sufrido mucho, como consecuencia de haber tenido que vivir ocultándose, negando lo que es o acaso –peor aún- disfrazándose de lo que no es. ¡Cuántos sentimientos de culpa, cuántas disputas familiares, cuántas frustraciones vocacionales, profesionales o laborales de esas que amargan la vida se evitarían, si pudiésemos todos ser más tolerantes y respetuosos de la manera de ser del prójimo!

Al cesar la invisibilidad de los homosexuales, aparece la necesidad de que sus relaciones de pareja  sean reguladas por el Derecho y se plantea la disyuntiva entre incluirlos en el matrimonio, o crear para ellos un régimen especial.

Ese será, precisamente, el tema de mi próxima nota.

(*) Abogado. Senador de la República (Vamos Uruguay- Partido Colorado) 

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