Graziano Pascale |
Los vaivenes en torno del
motín en el COMCAR dejaron al descubierto uno más grave y perjudicial: el motín
de las ideas. Se han rebelado unas contra otras en el elenco gobernante, y la
sociedad se mantiene en vilo sobre el desenlace que tomará la crisis. Las
explicaciones y las estrategias se fueron agolpando, y, a los empellones,
provocaron una confusión aún más grande de la que quisieron evitar.
Todo comenzó con la
balacera protagonizada hace una semana por un recluso en el penal de Libertad.
Las heridas mortales sufridas por un policía -sepultado este fin de semana en
Rivera, de donde era oriundo- llevaron a que uno de los sindicatos de policías
se amotinara contra sus mandos y decretara la suspensión de las visitas
regulares que los presos reciben de sus familiares.
Lejos de imponer el
orden, las jerarquías del Ministerio del Interior se plegaron a la medida
sindical, y consintieron en suspender las visitas. La tensión se extendió al
COMCAR, donde un millar de presos tomó el control del módulo donde estaban
recluidos, provocando destrozos que lo tornaron inhabitable.
Fue el peor motín
en el sistema carcelario desde el retorno de la democracia. La crisis mostró la
ausencia de planes de contingencia, y de una política de comunicación capaz de
enfrentar los efectos del episodio. Se sucedieron así versiones encontradas de
diversos jerarcas, matizadas con unas declaraciones atribuidas por
sindicalistas policiales al presidente Mujica, quien los habría exhortado a
hacer un paro en protesta por las condiciones en las que deben cumplir sus
funciones.
Mientras unos
decían que no había motivos para el motín, otros le asignaban a la suspensión
de las visitas el factor desencadenante. Pero como las visitas se habían
restablecido, entonces las autoridades pasaron a culpar a la prensa por no
haber explicado claramente la situación.
Esto no conjuró la
crisis. En medio de los cabildeos, el día 26 el presidente Mujica anuncia que
pondrá en marcha controles militares en el ingreso a las cárceles, en el marco
de una ley aprobada hace más de un año. Para completar el motín de ideas y
estrategias, un jerarca del sistema carcelario dice tener las pruebas de la
implicancia de un político opositor no identificado en maniobras con un
narcotraficante detenido, para trasladar armas existentes en la cárcel.
Mientras los
dirigentes políticos opositores reclaman explicaciones al ministro Bonomi, éste
toma distancia y un comunicado oficial dice que son meras
"hipótesis". Pero el presidente Mujica dice confiar en los instintos
de "sabueso" del viejo policía y deja entrever que algo puede haber.
La justicia
finalmente toma cartas en el asunto, y comenzó hoy una investigación formal para
esclarecer los hechos y definir las responsabilidades. En medio de la confusión
generalizada, el Parlamento no se queda atrás, y el diputado José Carlos
Cardoso anuncia su intención de interpelar al ministro Bonomi.
El sistema
carcelario parece haber llegado a la hora cero. ¿Esa hora sonará también para
otros?
(*) Periodista.
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