Un
país no es una chacra. Ni un kiosco. Ni un almacén de barrio. Ni un club de
bochas. Ni mucho menos una tatucera. Un país es algo serio. Cuando a alguien le
va mal en un emprendimiento privado, como podría ser cualquiera de esos casos, quien
se embroma es su responsable o a lo sumo quienes confiaron en su habilidad para
“los negocios”. En cambio, cuando a un gobierno le va mal, quienes nos
embromamos somos todos.
No hace falta explicar
este punto, ni apelar a argumentos demasiado sofisticados para fundamentar algo
tan obvio. Basta con observar la realidad.
Repasemos, apenas,
algunos acontecimientos recientes: los sindicatos policiales inician un reclamo
justo, se pasan de rosca y en vez de ponerlos en caja (representan a una fuerza
sujeta a jerarquía), el presidente les propone… ¡hacer un paro nacional de un
día en las cárceles!; estallan las cárceles, los presos del Comcar rompen todo
y el presidente decide poner a los militares a controlar a los… ¡policías!; el
responsable de las cárceles lanza una denuncia al aire, señalando que hubo “actores
políticos” detrás de la revuelta, no aparecen las pruebas, y, según la prensa, el
presidente en vez de removerlo… ¡lo premia con la Jefatura de Policía de San
José!; Argentina estatiza YPF, nos presiona con la firma de un acuerdo de
intercambio de información tributaria que claramente nos perjudica y en vez de
marcar distancia con la gorilada de al lado y defender nuestros intereses con
uñas y dientes, el presidente aplaude al gobierno de Cristina Kirchner y manda a
firmar el tratado de inmediato; la inseguridad aumenta y en vez de cambiar de
receta, el presidente decide echarle la culpa a la oposición por “dar manija” e
insiste con la falacia de que la realidad no es tan mala como parece, sino una “sensación
térmica” transmitida por los medios de comunicación; se informa que de 205
centros educativos en estado de emergencia edilicia, en 37 de ellos aún no se
ha hecho nada y en 34 la marcha de las obras tiene avance cero, y el presidente
en vez de tomar el toro por las astas y dar un golpe de timón, acuerda que se
le dé doble voto al responsable de este desquicio y a sus antecesores,
reconocidos por su ineficacia, se los premie con nuevas responsabilidades en el
sistema educativo… De locos, ¿no?
Ahora bien, y que quede
claro, nada de esto es producto de la falta de recursos sino de
profesionalismo, ideas claras y talento. Nadie puede aducir que las cosas no se
hacen o funcionan mal por falta de dinero. Por el contrario, si algo sobra es plata.
¡El problema es que no saben qué hacer con ella!
Esto tiene un solo nombre:
ineptitud. Si son incapaces de gestionar la bonanza económica que bendice al
país desde hace ocho años, ¿se imaginan a esta misma gente pilotando la nave en
plena crisis del 2002?
Repasemos
algunas cifras que nos van a dar la verdadera dimensión que tienen las cosas.
Si tomamos el año 2002,
quizás el más dramático de los últimos cien, y lo comparamos con el 2011,
uno de los más prósperos que hemos conocido, nos llevaremos algunas
sorpresas.
Veamos. En 2002, la DGI
recaudó 1.896 millones de dólares; en 2011, 8.201 millones (casi cuatro veces y media más).
En 2002, el presupuesto
ejecutado por el Poder Ejecutivo era de 2.702 millones de dólares; en 2011,
ascendió a 5,725 millones (se multiplicó por dos).
En el peor año de la
crisis, el PBI cayó a 12.321 millones de dólares; en 2011, ascendió a 46.736
millones (se multiplicó casi por cuatro).
En materia de seguridad
pública, el Ministerio del interior gastó en 2002, 183 millones de dólares; en
2011, 639 millones (tres veces y media más).
En materia educativa, el
presupuesto de la ANEP en 2002 era de 336,5 millones de dólares; en 2011, de
1.423 millones (se multiplicó por cuatro).
La pregunta es, ¿mejoró
la seguridad pública tres veces y media respecto al 2002? ¿Nuestra educación
es cuatro veces mejor que en ese momento?
Claramente no.
Sobre este último punto
comparemos, a modo de ejemplo, algunas cifras de Secundaria de 2002 con cifras
de 2010.
En 2002, el porcentaje de
abandono en Educación Secundaria Pública de Primer a Cuarto Grado era de 3,7;
en 2010, de 4,2.
En 2002, el porcentaje de
repetición en Educación Secundaria Pública de Primer a Cuarto Grado era de
22,5; y en 2010, de 26,6. En Montevideo, saltó de 29,6 a 37,3; y en el
Interior, de 18,8 a 21,8.
Conclusión: a diferencia
de lo que siempre nos dijeron, la mayoría de las soluciones a los muchos
problemas que debe enfrentar nuestro país no vienen de la mano de más
recursos, sino de personas con capacidad para resolverlos.
Los uruguayos eligieron
un gobierno cuyas principales figuras se entrenaron durante décadas en el arte de generar problemas y no en el de resolverlos. Y eso se nota.
Vistos los resultados de
su gestión, ninguna asamblea de accionistas nombraría a estos señores al frente
de una empresa.
Salvo que esta sea una empresa especializada en demoliciones...
Para eso tienen talento y experiencia de sobra.
Salvo que esta sea una empresa especializada en demoliciones...
Para eso tienen talento y experiencia de sobra.
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