El SEMANARIO RECONQUISTA es el órgano de prensa de la Agrupación Reconquista del Partido Colorado, fundado por Honorio Barrios Tassano y Carlos Flores. Director Prof. Gustavo Toledo.

martes, 3 de abril de 2012

El elogio de la muerte


Por Gustavo Toledo

En el día de ayer se cumplieron 30 años del inicio de la absurda guerra de las Malvinas. Producto del desvarío oportunista de una camarilla de criminales encaramados en el poder con la complicidad de una porción de la sociedad argentina que no tuvo el menor empacho en aplaudir las bravuconadas del deleznable Galtieri y secundarlo en su borrachera nacionalista.

Borges, sabiamente, la calificó como una “huida hacia adelante”.

Que se sepa: la guerra no fue solo una trágica inocentada -se buscaba salvar al régimen y perpetuarlo reconquistando unas islas que se suponían al alcance de la mano sin disparar un solo tiro-, sino también un reflejo del nacionalismo ramplón, frívolo e infantil de un pueblo enamorado de la imagen distorsionada que le devuelve el espejo de su historia. Se entró a la guerra creyendo que del otro lado no habría respuesta. Que una mujer, la Thatcher, no tendría las agallas para responder el golpe. Que los miles de kilómetros que separan a las islas de su metrópoli evitarían la reacción. Que EEUU no intervendría. Que Inglaterra se daría por vencida antes de pelear, traicionando su propia historia. Que se saldrían con la suya…

Pues, no fue así. Esa suma de presunciones erróneas, de burradas históricas, de yerros técnicos (se suponía que la Argentina estaba gobernada por profesionales de la guerra), en suma, de ignorancia acumulada, supuso la muerte de cerca de setecientos argentinos y trescientos británicos, sin contar los que luego se quitaron la vida o quedaron lisiados, marginados, trastornados o lisa y llanamente fuera de sí.

Ayer, como no podía ser de otra manera, la televisión argentina se dedicó a evocar la “gesta” de Malvinas y a honrar a los ex combatientes. Al medio día, la presidente, a través de cadena de radio y televisión, desde la recóndita Tierra del Fuego, con la presencia de madres de Plaza de Mayo, funcionarios inventariados, “líderes sociales”, empresarios domesticados y público alquilado para ocasiones como ésta se refirió al tema del mismo modo en el que suele hacerlo cuando descalifica a la oposición, arremete contra Clarín o posa de paladina de los Derechos Humanos. Sobreactuando. Gesticulando más de la cuenta. Vociferando como si estuviera en el 45… Alimentando ese clima de odio que envenena el ambiente y le da la razón a Marx: la historia se repite dos veces, primero como tragedia y luego como farsa.

Poco después, sobre la tarde, un grupo de radicales de bolsillo, violentistas de cama caliente y patrioteros de cabotaje fueron a la embajada de Inglaterra a tirar piedras y templar sus cuerdas vocales con cánticos de barra brava. O sea, a hacer catarsis. Así, lo sepan o no, le dieron la foto que los medios del Viejo Continente esperaban para ilustrar sus diarios de hoy: la de una horda de salvajes quemando la bandera británica.  

En la noche, vi, como todos los lunes, el programa de Roberto García, “La Mirada”, en Canal 26. Con las Malvinas como tema central, el ex director de Ámbito Financiero entrevistó a dos figuras muy disímiles entre sí, pero igualmente interesantes: Juan Bautista “Tata” Yofre, periodista y ex director de la SIDE, y Carlos Pascual Tula, más conocido como “El Tula” o por su bombo, infaltable en cualquier acto peronista. El primero se refirió a su libro “1982”, en el que aborda la sinrazón de la guerra y el segundo, desde su pintoresquismo militante, mostró una bandera firmada por Perón, Isabelita y todos los grandes popes del movimiento justicialista de los años setenta que intentó sin suerte llevar a las islas por aquel entonces y aun no ha renunciado a izar en algún mástil malvinense.

Cerca de la medianoche, sintonicé un programa de frivolidades y cotilleos faranduleros también dedicado al tema. Un living con ex combatientes y un periodista que escribió sobre la guerra y posa de experto en la materia, anunciaban una noche movida. Y así fue, aunque no me esperaba tanto. Me sorprendí cuando a uno de los invitados se le pidió que narrara cómo había ultimado a un soldado inglés y luego fuera premiado con vivas, aplausos y felicitaciones por su destreza y sangre fría. Los más entusiastas no fueron sus antiguos compañeros de armas sino el periodista invitado y el conductor del ciclo. Durante el programa anterior, éste había manifestado su odio absoluto e irrestricto contra los ingleses y anunciado que no le importaba lo que la audiencia opinara sobre semejante expresión de sentimientos.

¿Demagogia? ¿Irracionalidad? ¿Ignorancia? ¿Frivolidad? Aún sigo pensando cómo calificar a aquello…

Me imaginé a los miles de jóvenes y no tan jóvenes que estaban detrás de la pantalla y en el daño que ese grupo de irresponsables le estaban haciendo a sus cabecitas. Pensé en la falsedad de ciertos discursos sobre los derechos humanos con los que algunos hacen gárgaras y la reivindicación interesada de la muerte. Pensé en el durísimo golpe que representaba esa escena de barbarie televisada para quienes verdaderamente buscan cultivar la paz y el entendimiento entre los seres humanos. Pensé que ciertos exabruptos son explicables en quienes sufrieron la guerra de cerca y fueron sus víctimas, pero resultan francamente imperdonables en quienes la vieron de lejos o directamente aun no habían nacido cuando se produjo.  

Me acordé del ¡Viva la Muerte! de Millán Astray y la valiente respuesta de Unamuno: “Venceréis, porque disponéis de más fuerza bruta de la necesaria para conseguirlo. Pero no convenceréis. Porque para convencer, os hace falta persuadir. Y para persuadir, tendrías que tener precisamente lo que os falta: la Razón y el Derecho en la lucha”.

Pensé en aquellas sabias palabras de Camus con relación a que “la vida no vale nada, pero nada vale una vida”.

Pensé: la argentinidad al palo.

¡Qué lástima, no aprendieron nada!

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