Diez
años después de que Standard & Poor`s fuera la primera calificadora de riesgo en quitarle el Investment grade
a nuestro país es ahora la primera en devolvérselo. Para muchos uruguayos puede
parecer un dato sin importancia, una de esas noticias para consumo interno de la City, sin
embargo no lo es. Posee un doble valor: por un lado, nos permite acceder a
nuevas fuentes de financiación y a créditos más baratos y por el otro
constituye una prueba más del acertado camino iniciado en materia económica por
el gobierno del Dr. Jorge Batlle y continuado por las dos administraciones
frenteamplistas.
Según el economista
Aldo Lema este logro es fruto del “buen manejo de la deuda” (restructuración
“exitosa y amigable”, desdolarización, creación de la Oficina de Deuda en el
MEF) y a los equipos económicos que se sucedieron desde 2002, pero, sobre todo,
de la continuidad de ciertos lineamientos macro-económicos.
“Si el gobierno
uruguayo plantea que el grado inversor fue un logro transversal de los últimos
gobiernos habrá un gran pilar para construir nuevos consensos”, señala Lema.
Si algo es claro y a
esta altura está fuera de discusión -salvo para un puñado de nostálgicos
arrinconados en el PCU y el PIT-CNT, valga la redundancia- es precisamente la
política económica. Ya nadie pone en tela de juicio la importancia de tener una
inflación baja, de no toquetear el tipo de cambio, de abrir nuevos mercados y
no atarnos a los arrebatos populistas de nuestros vecinos, de ser moderados en
el gasto y no cargar con impuestos al aparato productivo.
Si muchos de estos
principios se aplican a regañadientes, no es importante. Si a veces el sector
del presidente lanza algún dislate en sentido contrario o el propio presidente
formula planteos alejados de la lógica económica imperante, tampoco es importante.
Se trata de concesiones simbólicas que están obligados a hacer a “La Barra”
para mantenerlos contentos y al mismo tiempo sostener la superstición de
llamarse “progresistas”. Lo que realmente importa es que la economía sigue
rigiéndose por los parámetros que delinearon Atchugarry, Alfie, De Brun y
Davrieux. Y, lo que es más importante, sus frutos están a la vista.
¿O acaso alguien cree
que esto es obra de la aplicación del recetario económico del Frente Amplio? Si
algún mérito hay que reconocerle a este gobierno y al anterior, es no haber
tocado nada. No designaron a Curiel al frente del MEF ni a Olesker en la OPP,
sino a los máximos exponentes de su ala “socialdemócrata” (un eufemismo
detrás del cual se esconden los neoliberales culposos).
Luego de despotricar
contra el mercado y el capitalismo, de plantearse a sí mismos como
“alternativa” al sistema dominante, descubrieron que ningún táper ideológico es
capaz de encerrar la realidad. No hay espacio para inventos, ni para locuras.
Solo el sentido común y la responsabilidad son capaces de despertar la
confianza de los agentes económicos y generar riqueza.
Un amigo se preguntaba
ayer mismo, poco después de conocerse esta noticia, ¿qué hubiese sucedido si
Batlle le decía que sí a Vázquez y declaraba el default o aplicaba las recetas económicas que la izquierda enarbolaba por aquel entonces? ¿Gozaríamos hoy de los actuales índices de desempleo?
¿Habríamos reducido la pobreza del modo que lo hicimos, aumentado nuestras
exportaciones y conseguido el Investment grade del que todos nos alegramos?
Obviamente no. Y si alguien tiene
dudas, que le pregunten a Astori o a Lorenzo.
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