Dr. Julio María Sanguinetti |
Según cuenta el diario El País en su
edición de este jueves, el ex presidente Julio Sanguinetti publica “La
Reconquista”, relato repleto de hechos y anécdotas, boceto de memorias, sobre
la era 1980-1990, decisiva en la historia uruguaya reciente.
Julio María Sanguinetti (Montevideo, 1936), abogado
y uno de los líderes fundamentales del Partido Colorado durante dos décadas a
partir de 1980, se distingue por ser el único uruguayo que fue elegido
presidente en dos ocasiones (1984 y 1994) por el voto directo de la ciudadanía.
Otros dos caudillos colorados, Fructuoso Rivera y José Batlle y Ordóñez,
también se repitieron en la primera magistratura, pero entonces, según las
normas de la Constitución de 1830, el presidente era designado por el
Parlamento. La singularidad de Sanguinetti solo podría ser igualada en el corto
plazo por el líder frenteamplista Tabaré Vázquez, en caso de que sea candidato
y triunfe en las elecciones nacionales de 2014.
Otra faceta bien conocida de Sanguinetti es su
condición de periodista y escritor. Entre sus libros se cuentan La Nación, el
nacionalismo y otros ismos (1978), El temor y la impaciencia (1991), El año 501
(1992), Un mundo sin Marx (1993) y Meditaciones del milenio (1994). Sobresalen
El doctor Figari (2002), una documentada biografía de Pedro Figari (1861-1938),
político batllista y destacado artista plástico, y La agonía de una democracia
(2009), repaso de hechos y comentario crítico sobre la intolerancia y la
violencia predominantes en Uruguay en la década de 1960 e inicios de la de
1970. Ahora agrega otro capítulo: La Reconquista, un repaso del período
1980-1990, en el que se procesó la restauración democrática en Uruguay y lo tuvo
como protagonista esencial. Este libro de más de 500 páginas es editado por
Taurus y se pondrá a la venta el miércoles 18 de abril. A continuación, a modo
de adelanto, se reproducen algunos pasajes.
SUIZA DE AMÉRICA. La víspera del decisivo
plebiscito constitucional de 1980 Julio Sanguinetti y Manuel Flores Mora,
otrora adversarios que se habían batido a duelo con sable en 1970, caminaban
por la avenida 18 de Julio de Montevideo e intercambiaban aprensiones. Detalla
Sanguinetti: "Con ese temor que se instala en el estómago en la víspera de
los grandes combates, le digo a Maneco:
-Yo no sé qué pasará… Tengo miedo.
-Mirá, Julio -me replica- todo el mundo dice que
perdemos porque los dictaduras no pierden, pero la mayoría de esos plebiscitos
ocurrieron en países acostumbrados a las dictaduras… No hubo esos plebiscitos
en Inglaterra, en Holanda o en Estados Unidos… De modo que mañana vemos… si
alguna vez de verdad fuimos la Suiza de América. Mañana lo sabremos".
Como se supo, en un hecho más bien asombroso, el proyecto
de constitución autoritaria del régimen cívico-militar que gobernaba desde 1973
fue rechazado por el 57,2% de los votantes. Entonces se abrió un largo tiempo
de negociaciones políticas que culminó en el acuerdo del Club Naval de 1984.
EN BUSCA DE TAJES. Sanguinetti y Wilson Ferreira
Aldunate, caudillo del Partido Nacional entonces en el exilio y requerido por
los militares, tenían visiones estratégicas contrapuestas. Ferreira pretendía
una ruptura del régimen, una entrega sin condiciones del poder provocada por la
acción política y las movilizaciones callejeras. Sanguinetti, junto a otros
dirigentes, a los que se sumaría el general Líber Seregni, líder del Frente
Amplio, eran partidarios de una negociación que ahorrara desastres y,
eventualmente, sangre.
Si no era posible acordar con el régimen como un
todo, entonces Sanguinetti y otros proponían hallar dentro de él a un hombre
con voluntad de negociar: un nuevo Máximo Tajes, el general que, siendo
presidente entre 1886 y 1890, desplazó a Máximo Santos y acabó con el
Militarismo establecido en 1875.
Ferreira Aldunate y Sanguinetti se encontraron en
agosto de 1983 en un seminario realizado en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
Narra Sanguinetti: "La idea de Wilson era que el régimen estaba agotado y
que si se le seguía golpeando, se caería (...). La versión colorado-frentista
(en rigor, colorado-seregnista) era que, aun agotada en su proyecto político,
la dictadura preservaba el control militar y policial del país y que, en
consecuencia, podría prolongar su sobrevivencia (...) no se sabía bien cuánto,
pero un lapso apreciable en que seguirían ocurriendo daños y víctimas".
Según Sanguinetti, "el líder blanco también
estaba convencido de que el Frente no se atrevería a ir, junto al Partido
Colorado y la Unión Cívica, a pactar con los militares". Sanguinetti
estima que Ferreira recogía los puntos de vista de los freteamplistas que
vivían fuera del país, más radicalizados, pero no los de la dirigencia de
izquierda, incluido Seregni, todavía preso, residente en Montevideo.
La salida política finalmente pactada en el Club
Naval en agosto de 1984 siguió básicamente el libreto previsto por Sanguinetti
y Seregni, quienes hallaron su Tajes en el general Hugo Medina. Ferreira
Aldunate estaba preso desde su regreso a Uruguay el 16 de junio, por lo que no
pudo ser candidato, al igual que el proscripto Seregni, aunque el Frente Amplio
no estaba todavía en condiciones de ganar una elección nacional.
FANTASMAS. Sanguinetti triunfó en las elecciones de
noviembre de 1984 y asumió la Presidencia el 1º de marzo siguiente.
"Mientras hablaba (ante el Parlamento) me asaltaba, cada tanto, la trágica
idea de que al día siguiente se abrieran los bancos y sufriéramos una corrida
(de depositantes)", cuenta en su nuevo libro. "(Ricardo) Zerbino,
(ministro designado de Economía) y (Ricardo) Pascale me habían informado que el
sistema financiero crujía (...). La ciudadanía estaba a un océano de distancia
de estas preocupaciones, celebrando la fiesta cívica del retorno...".
La desaparición de Soca y un cambio que favoreció a
Álvarez
"A fines de febrero de 1981 se desató un
extraño episodio que tendría inesperadas repercusiones políticas. Un corredor
de cambios de nombre Juan Américo Soca, que realizaba negocios de colocación de
dinero con varios jerarcas militares y policiales, desapareció misteriosamente.
Había participado con ellos en una serie de reuniones en las que había sido
amenazado de muerte en virtud de la demora en pagos que debía y no estaba en
condiciones de afrontar. Soca era una especie de intermediario, que tomaba
dinero en préstamo de un grupo de oficiales amigos, lo recolocaba en préstamos
usurarios, la mayoría de juego, y les pagaba por ello intereses más que
interesantes. La desaparición comenzó a trascender y cuando era ya un secreto a
voces, el propio comandante en jefe, Luis Queirolo, ordenó una investigación.
Él personalmente impulsó, entonces, la renuncia nada menos que del ministro del
Interior, Manuel J. Núñez, un general muy apreciado entre sus camaradas, (...)
del director de la Escuela de Armas y Servicios, Gral. Alberto Ballestrino (y
otros oficiales con cargos cruciales).
Los involucrados eran de la línea dura
anticomunista, todos gente de predicamento y contrarios radicalmente al Tte.
Gral. Gregorio Álvarez. De ese grupo, hasta entonces muy fuerte, solo quedaron
Queirolo, (Iván) Paulós y (Hugo) Medina, con el propio comandante en jefe muy
cuestionado. De ese modo inesperado, entonces, Álvarez encontró
extraordinariamente facilitado el camino para el acceso a la Presidencia de la
República que ambicionaba.
El caso Soca fue realmente único. Involucró a altos
rangos militares en un episodio de delito común y por razones de dinero. No se
sabe bien cómo y quién ultimó al infortunado corredor de cambios, pero no quedó
duda de que afectaba a un grupo muy caracterizado...".
(Diario El País, 12 de
abril de 2012)
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