Por Pedro Bordaberry (*)
Desde hace un tiempo una sensación ambigua,
contradictoria, parece reinar en el Uruguay.
Por un lado, en positivo, las cifras de desempleo, que son bajas. Además,
la economía que creció en los últimos tiempos impulsada por la actividad
agropecuaria, el valor de los productos que exportamos, el turismo y el consumo
interno.
El puerto de Montevideo aumentó sus operaciones luego del exitoso proceso
de concesión de la Terminal de Contenedores. Tenemos un aeropuerto que es
orgullo de los uruguayos. La logística y las Zonas francas crecen y aumentan su
actividad.
Hay un Uruguay pujante, optimista, que se levanta todos los días a trabajar
y que avizora un futuro prometedor.
Más allá de nubarrones derivados del déficit fiscal, la inflación, el
aumento de precios o el valor del dólar y la competitividad, existió un
crecimiento de la economía en los últimos años y el desafío es no comprometer
esa bonanza.
En contraste con esa visión optimista, existe otra sensación, esta
negativa, en los uruguayos.
Es la constatación que pese a la mejor situación económica, tenemos peor
calidad de vida.
Lo más palpable es la inseguridad.
Hasta no hace mucho se podía dejar la casa sola sin correr el riesgo que al
retorno nos hubieran robado lo mucho o lo poco que teníamos dentro.
Hoy es impensable pensar en dejar la casa sin alguna medida de seguridad,
que va desde rejas, candados, alarmas, perros o, el que puede, guardia de
seguridad.
Eso golpea más duramente a los que menos tienen. A los que no pueden pagar
la alarma o el servicio de seguridad privada. A los que les roban el televisor
o la moto cuando todavía están pagando la cuota de su compra.
A esa inseguridad de la casa hoy se suma una aún peor: la del riesgo de
vida.
Algo impensable años atrás.
Hay zonas de Montevideo o Canelones a las que en determinadas horas no
conviene concurrir por el riesgo que ello significa.
Las rapiñas se multiplicaron casi por tres en los últimos 8 años de
gobierno del Frente Amplio.
Los homicidios pasaron de una media de 199 por año a 287 el año pasado,
cifra que se repetirá o aumentará este año, en que a julio ya llevamos más de
180.
Los episodios de la última semana parecen confirmar esto: el asesinato de
un repartidor en el Cerro de Montevideo y la balacera y homicidio de un policía
en Pocitos, son una muestra de la situación en que vivimos.
Desde el gobierno, paradójicamente, se culpa del aumento del delito a la
mejora de la situación económica, sugiriéndose algo así como que hay más para
robar.
Lo cierto es que vivimos peor que antes, preocupados más por cuidar lo que
tenemos que por disfrutarlo.
En la Educación, pese a que invertimos más, estamos peor.
La misma paradoja.
La escuela pública, el liceo público, orgullo de nuestro país, hoy
presentan resultados preocupantes pese al enorme esfuerzo que hacen maestros y
profesores.
Se invierte más y los resultados son peores.
Quien puede huye al sistema educativo privado que ha visto crecer su
matrícula en los últimos años.
De nuevo, los más humildes, los que no puede pagar un servicio privado
quedan postergados.
En la Salud, la situación no es mejor.
ASSE tiene 400 mil usuarios menos.
También tiene un presupuesto mayor que el que tenía antes. Pero fallecen
mujeres en las puertas de hospitales del interior por falta de especialistas o
de ambulancias, y se suceden muertes evitables como denunciara esta semana el
Senador Alfredo Solari en el Senado de la República.
Las mutualistas demoran hoy más tiempo que antes en brindar los servicios,
fruto de una reforma que no ha sido implementada en debida forma.
El resultado hasta ahora ha sido más una baja en la calidad del servicio de
las mutualistas y un peor servicio en hospitales públicos.
Tanto en Educación, Seguridad como Salud, estamos invirtiendo muchos más
recursos y tenemos peores resultados y servicios.
Lo mismo sucede en la Intendencia más grande del país, donde pese a la
enorme recaudación y subsidios que recibe, el deterioro se nota año a año.
Montevideo aparece sucia, con transporte público lento, tránsito cada vez
más caótico, los asentamientos crecen y los problemas permanecen.
¿Qué está pasando? ¿Por qué si la situación económica ha sido tan buena,
hemos retrocedido tanto en Educación, Seguridad, Salud, Intendencia de
Montevideo?
La respuesta es simple: si se invierte más y los resultados son peores, es
un problema de gestión y de orientación.
Mejorar la primera y cambiar la segunda es el desafío.
Estamos prontos para hacerlo.
(*) Abogado. Senador de la República. Líder de Vamos Uruguay – Partido Colorado
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