El SEMANARIO RECONQUISTA es el órgano de prensa de la Agrupación Reconquista del Partido Colorado, fundado por Honorio Barrios Tassano y Carlos Flores. Director Prof. Gustavo Toledo.

domingo, 4 de agosto de 2013

Experimento e improvisación

Por Pedro Bordaberry (*)

En el año 2005 se realizó una experiencia inédita: liberar presos como medida novedosa para promover  mayor seguridad.

El gobierno propuso y el Parlamento aprobó una ley de “descongestionamiento del sistema carcelario”.

En la Exposición de Motivos de esa ley, el Ministro del Interior, José Díaz, y el Presidente, Tabaré Vázquez, expresaron que largar presos a la calle “no implicaba, en absoluto, menoscabar la seguridad de la población en su conjunto”.

Ingenuamente afirmaban que liberar presos era bueno porque “es cada vez más necesario transitar por espacios de libertad, procurando la contención de conductas ilícitas a través de mecanismos alternativos como multas, decomisos y medidas sustitutivas”.

Para José Díaz, flamante Ministro del Interior del Frente Amplio,  se trataba de  “una gran ley” porque sistema penal que estaba vigente “ponía demasiado el énfasis en la protección de la propiedad privada”. 

¡Se criticaba a la ley por proteger a la propiedad privada!

En forma coherente, además, el proyecto de ley derogaba varias normas penales.

Díaz y Vázquez, como ahora Mujica con la Marihuana propusieron experimentar sin un plan de contingencia.

Eso fue presentado como “progresista” y moderno. 

Desde el Partido Colorado les fue advertido en aquel entonces del riesgo que corrían, en especial por no tomar las medidas necesarios para tener la certeza de que aquellos que liberaban no volvieran a delinquir.

Los resultados de esa improvisación son conocidos. Los sufrimos hoy.

El Director Nacional de Policía - una de las más altas jerarquías del Ministerio del Interior - afirmó la semana pasada que “los delincuentes se vieron absolutamente beneficiados por todas las cosas que se les han dado en los últimos tiempos”.

Un claro reconocimiento del error cometido por Tabaré Vázquez y José Díaz. También una valiente crítica que proviene de quien hoy ocupa el tercer lugar en importancia en el Ministerio del Interior.

Creo que Diaz y Vázquez no tuvieron mala intención. 

Lo que tuvieron fue ingenuidad e imprevisión.

Pensar que largando presos a la calle, “dando espacios de libertad”  a ellos y quitando delitos del Código Penal, iban a mejorar la inseguridad fue no solo ingenuo. Fue una gran irresponsabilidad que hoy estamos pagando en rapiñas y aumento de homicidios.

En el 2005, cuando se propuso esta ley, ocurrían 7000 rapiñas por año en el país. Hoy son 17.000. En el 2005 ocurrían 199 homicidios por año. El año pasado fueron 287.

En el 2012, Alvaro Garcé, el Comisionado Parlamentario, presentó un estudio en el que se informaba que el 40% de los reclusos liberados por la ley Díaz reincidieron, es decir, volvieron a cometer delitos y fueron enviados a la cárcel.

Si tenemos en cuenta que la tasa estimada de no denuncia de delitos es del 55% y la de aclaración de rapiñas del 9%, ese 40% se va a más del 70 u 80 %.

El experimento Díaz-Vázquez nos colocó en la situación de inseguridad que hoy vivimos.

Cuando se propuso la ley organismos internacionales, Ongs locales, y varios eruditos más vinculados al gobierno, opinaron que era moderna, progresista y un camino que valía la pena recorrer. 

Fue noticia en los medios de comunicación internacional y hasta se puso al Uruguay como ejemplo de algo novedoso en la materia.

Ahora nada dicen y miran para el costado mientras se propone agravar las penas y ni se les ocurre volver a largar presos, sino que construyen cárceles.

Esa ingenuidad e improvisación del gobierno se dio en otras áreas. 

Es recordado el episodio protagonizado por un Senador que se puso al volante de una camioneta con internos del Inau que se habían sublevado. Mientras lo hacía, una Ministra llamaba públicamente a cuidar a “mis gurises”. Esos “gurises” le pusieron un cuchillo en el pescuezo al Senador y terminaron fugándose.

Ahora el Frente Amplio propone un nuevo experimento que cataloga de moderno y progresista: que el Estado venda marihuana como forma de combatir el consumo de la droga.

Los fundamentos de la propuesta son interesantes: se le quitará un mercado a los narcotraficantes, el Estado conseguirá ingresos, estamos perdiendo la batalla contra la droga y varias cosas más. 

Eso nos lo dicen en un spot que financia una fundación de un empresario norteamericano con intereses en multinacionales que se dedican a las semillas y plantas.

Queremos ser positivos, abrirnos a todas las propuestas, apoyar todo lo que sea bueno para terminar con la droga. Tenemos el deber de analizar seria y concienzudamente cada propuesta y lo vamos a hacer con esta también.

Pero nos surgen dudas. 

Si hay un motivo económico para quitarles el mercado de  la marihuana a los traficantes ¿entonces por qué no hacemos lo mismo con las otras drogas, que siguen prohibidas? ¿No conseguirá el Estado recursos con ello también? ¿Qué nos asegura que este plan será exitoso? 

¿No será ingenuo, de nuevo, pensar que estos caminos van a lograr el resultado?

Errar en esto puede ser gravísimo. 

Puede llevar a las mismas nefastas consecuencias que aquella mala decisión de Díaz y Vázquez tuvo.

De nuevo vienen desde fuera Ongs, empresarios y hasta organismos internacionales, a alentarnos a seguir esa experiencia innovadora, a experimentar, con ella. 

Experimentar es lo que nos dijo esta semana el Presidente Mújica que quería hacer con la marihuana.

¿Experimentar con nosotros los uruguayos? 

Me recuerdan al Dr. Wendel Johnson, un psicólogo, actor y autor norteamericano, especializado en el habla. 

En 1939 llevó a cabo un experimento que fue conocido como el “Monster Study” (Estudio Monstruoso). El mismo intentaba probar que la tartamudez no era innata sino fruto de malos hábitos de educación.

El estudio o experimento lo llevó a cabo en 22 niños huérfanos que dividió en dos grupos. Uno recibió estímulos positivos, mientras que el otro era castigado y ridiculizado cada vez que tartamudeaban.

No sólo Jonshon no pudo probar su teoría, sino que le causó daño psicológico a los niños para toda su vida. En el año 2001 la Universidad de Iowa pidió disculpas públicas por el monstruoso estudio.

No está bien utilizar a otros para experimentar. La falla de la teoría puede provocar daño psicológico a niños, aumentar la inseguridad, o meter por el camino de la droga a muchos.

No está bien que se tome a nuestro país, a nuestros jóvenes, como campo para experimentar con estas propuestas.

El daño puede ser casi tan grande como el que la ley Díaz de descongestionamiento carcelario provocó en el país.

(*) Abogado. Senador de la república. Líder de Vamos Uruguay – Partido Colorado


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