El martes en Rotary Montevideo, al disertar
sobre la Oración de Abril y las Instrucciones del Año XIII, el Dr. Jorge Batlle
subrayó la firmeza radical de los principios de Artigas y la sensibilidad
política con que desplegó su acción y resolvió su exilio. Ajeno a la moda de
reducir la gesta de la independencia a proceso socio-económico, exaltó al ser
humano concreto que leyó a los fundadores de los Estados Unidos pero formuló
una síntesis normativa de cuño propio, única en América.
El Dr.
Batlle es portador del apellido ideológico del Partido Colorado, pero su
presencia pública trasciende las definiciones partidarias, los sacrificios que
hizo y los cargos que ocupó. También trasciende la entereza con que, desde la
Presidencia de la República, enfrentó la crisis de 2002, rechazando aceptar la
quiebra del Uruguay y entregando en 2005 la economía en orden y ascenso. Hoy
trasciende las fronteras de la edad.
Hijo
del Presidente Luis Batlle Berres, desde su juventud Jorge hizo profesión de
pensar por cuenta propia. Se formó en la época en que las convicciones se
defendían a punta de editoriales en los diarios, prédica en las radios y
altoparlantes en las esquinas. En ese contexto, se hizo plantador de
reflexiones sin fijarse si iba a tocarle ser mayoría o minoría, porque su
liberalismo de espíritu no se disolvió nunca en las aguas turbias del
relativismo: lo hizo respetar a todos, pero defender con ardor sus verdades y
sus ideales. Cuando gobernó, me constó desde el Ministerio que jamás buscó
aceitar la máquina del Estado para usarla como herramienta de poder o
instrumento de ideologización. ¡Qué diferencia!
Como
es tradicional Batlle encomió la frase clásica: “Mi autoridad emana de vosotros
y ella cesa ante vuestra presencia soberana.” Pero no se quedó en eso solo.
Siguió leyendo a Artigas: “Vosotros estáis en el pleno goce de vuestros
derechos: ved ahí el fruto de mis ansias y desvelos y ved ahí también todo el
premio de mi afán. AHORA EN VOSOTROS ESTÁ EL CONSERVARLO.” Esto último lo leyó
poniendo mayúsculas en la voz, que convirtió el documento de 200 años atrás en
alerta y llamamiento para poner luz en lo que vendrá.
Ese
alerta y ese llamamiento se imponen como necesidades perentorias ante el estado
actual de la cosa pública. Si en nosotros está el conservar nuestros derechos,
ni el PBI ni los buenos precios internacionales ni el reparto de dádivas deben
distraernos de las desgracias que nos vienen limitando su pleno goce.
Por
caída de la cultura, se han empobrecido las ideas y los sentimientos a partir
de los cuales se vive. Se toca con los dedos la corrosión de las relaciones
humanas, reflejada en una crisis de la familia que sobrepuja a la violencia
doméstica. Proliferan los robos callejeros y las rapiñas con heridos y muertos.
Semejante
cuadro no debe sepultarse bajo la lápida de estadísticas que amontonan números
pero no miden la ruina que se enclava en los destinos mutilados. Exige el
restablecimiento de la imperatividad de la ley, el renacimiento del pensar
público y el culto de la persona.
Puesto
que la caída se da en nosotros, en nosotros está responderle.
Sin
depositar la esperanza en el quehacer ajeno sino reasumiendo la vida como
aventura por cuenta propia: solidaria en el punto de partida y en los fines,
pero íntima e independiente al ejercer nuestra libertad creadora.
Como
de Artigas aprendimos desde el pupitre.
(*)
Abogado. Periodista. Ex Ministro de Educación y Cultura
Fuente:
Diario El País
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