Entrevista de Cronista.com al ex presidente
Julio María Sanguinetti
Sin personalizar, el ex presidente uruguayo
Julio María Sanguinetti, le apuntó, en un reportaje exclusivo con WE, a las
reelecciones indefinidas, al tiempo que cuestionó el modelo argentino por estar sostenido en un fuerte relato. Además, sostuvo que el entredicho
bilateral por los dichos de Mujica revela frustración, aunque le reclamó una
disculpa a su connacional.
Julio
María Sanguinetti, el ex presidente de Uruguay, llegó esta semana a Buenos
Aires en un momento incómodo -cuando no- de la relación bilateral. Antes de
participar de un seminario organizado por la UCA sobre el futuro de América
latina, no le quedó más remedio que ponerle el pecho al nuevo altercado
diplomático disparado por los desafortunados dichos del presidente José Mujica,
quien llamó “vieja” y “terca” a Cristina Kirchner y “tuerto” a su difunto
marido, sin percatarse de que los micrófonos frente a los que hablaba estaban
todavía encendidos.
“Mujica
debe disculparse. Ya no es diplomacia sino buenos modales”, le reclamó el
histórico dirigente del Partido Colorado a su connacional. La tardía disculpa
llegó finalmente ayer en el formato de una misiva personal dirigida a la
mandataria argentina.
Dos
veces presidente del Uruguay y luego senador, respetado como hombre de consulta
en el Río de la Plata y la región, Sanguinetti también dio su opinión sobre un
tema urticante que cruza la política local, a menos de siete meses de la
elección legislativa en la que el Gobierno se juega su última carta para
intentar conseguir la re-reelección de Cristina. “Más de una vez he dicho que
el presidente envuelto en su propia reelección es un animal peligroso”,
disparó. Pero se ocupó de aclarar que no se refería exclusivamente al caso
argentino.
Estamos otra vez un momento conflictivo de la
relación bilateral. ¿Qué nos pasa a argentinos y uruguayos que nos cuesta
convivir como buenos vecinos?
-
Uruguay y Argentina han convivido siempre muy bien como sociedades. Durante
todo el período pasado, que había una situación tan conflictiva entre los
presidentes Kirchner y Vázquez y, sin embargo, nunca hubo un incidente personal
en ningún lado. Dos meses del año, Uruguay está prácticamente ocupado por
argentinos, y los uruguayos viajamos todo el año a la Argentina. O sea que los
conflictos del Estado, de la política, no se han trasladado hacia los pueblos.
Desgraciadamente, en los gobiernos sí hay una larga tradición de conflictos con
intervalos de buenas relaciones. Hoy se trata de un tema muy particular dadas
las características personales de nuestro Presidente. Debe ofrecer una
disculpa. Ya no es diplomacia, es simplemente buenos modales.
La paradoja es que este presidente ha hecho
mucho por reconstruir el vínculo, tras la mala relación que tenían Kirchner y
Tabaré. ¿Se cansó? ¿Sintió que de este lado no era correspondido?
- Eso
es lo que está detrás del clima psicológico. Luego del período de interrupción
del diálogo, él llega al Gobierno y apuesta a recomponer la relación, lo cual
estaba bien, era un presidente distinto, era lógico hacerlo. Apostó mucho a esa
relación con una visión, quizás, ingenua, pensando que las cosas podían ser más
sencillas. Y a partir de ahí empezaron las frustraciones, razón por la cual,
además, ha sido muy criticado en Uruguay.
¿Por ser demasiado blando con la Argentina?
- Por
no ser suficientemente hábil o fuerte en la negociación con el gobierno
argentino. Los ejemplos son muchos. Se puede señalar la planta regasificadora
de gas licuado que se iba a hacer. Se firmó un acuerdo para hacerla en común,
luego Argentina construyó dos y se olvidó del proyecto. Todo esto genera un
clima de frustración. Eso no lo justifica, pero es lo que puede estar detrás de
este penoso episodio.
Cristina y Mujica son gobernantes
supuestamente afines ideológicamente. ¿Por qué no ha alcanzado esta
coincidencia para acercar a ambos países?
- La
afinidad ideológica nunca ha sido un buen sostén de las relaciones
diplomáticas. Los países tiene intereses propios, visiones particulares,
responden a los climas de su propia opinión y eso está por encima de lo que
pueda ser afinidades. Además, las afinidades ideológicas darían lugar a otros
debates, donde no está tan claro ni una cosa ni la otra. Son supuestas
afinidades que se envuelven detrás de la palabra progresismo que quiere decir
muchas cosas diferentes.
Más allá de este último roce, hay
dificultades que tienen que ver con lo comercial. Uruguay debe lidiar con el
cepo cambiario y las restricciones a las importaciones que impone Argentina.
-
Desgraciadamente, el Mercosur hoy está en crisis. Esa gran idea estratégica,
que logró, incluso, tantos avances en muchos aspectos, está en crisis. ¿Por
qué? Porque las sentencias de los tribunales no se cumplen, la coordinación
macroeconómica no se ha alcanzado, ni siquiera la libertad comercial, que es la
esencia del tratado, fluye como debiera.
¿Y el comercio bilateral?
- Ha
caído bruscamente a sus niveles mínimos y ésta es una implicación muy directa.
No retengo la cifra, pero debe haber caído de U$S 800 millones a la mitad. Es
muy fuerte, con una repercusión en el Uruguay fuerte. Porque nuestro comercio
con Brasil es el mayor, pero es de productos grandes que también se exportan
hacia el mundo, mientras que el comercio con la Argentina es un comercio de 600
o 700 pequeños productos, no son grandes cantidades de nada porque somos
economías muy compatibles. Es el taller de confección, de impresiones, de
encuadernaciones, es un cúmulo de gente que trabaja y vive de ello y por eso
tiene una repercusión muy grande.
La semana pasada Uruguay prohibió que los
ciudadanos de su país crucen a la Argentina para comprar mercaderías de
consumo. ¿Es parte de una escalada?
- No.
Son medidas que cada tanto se dan cuando los desfasajes cambiarios imponen, de
un lado o del otro, un flujo de comercio, o de contrabando, mejor dicho, que va
más allá de lo normal. Yo lo viví en el Gobierno. En el 89, por ejemplo, hubo
uno muy severo, donde teníamos una diferencia cambiaria gigantesca, y ahora es
igual. Estamos con una diferencia muy grande que hace que los precios no tengan
ninguna relación: el combustible vale un tercio, el aceite vale menos de la
mitad, los productos populares de consumo. Entonces, todo el litoral sale allí
a buscar y eso es un fenómeno puntual.
Usted señalaba que la crisis del Mercosur se
refleja de algún modo en pérdida de institucionalidad. Un artículo suyo del año
pasado decía que el bloque estaba, a merced de los caprichos de los
presidentes. ¿Es tan así?
- Se
produjo una declinación progresiva, ya en el período pasado, por trabazones en
las relaciones y no se avanzó en las cosas sustanciales. Y luego ocurrieron
cosas tan extraordinarias como la incorporación de Venezuela al Mercosur sin
los trámites previos. Fue una resolución de los presidentes que un día dijeron,
entra Venezuela y se acabó, y se
introduce un elemento exógeno que, más allá de lo ideológico,
es incompatible comercialmente (ver recuadro). Esas cosas hacen que se pierda
respeto institucional, aparte de que ya muchas sentencias de los tribunales no
se cumplen y no se ha logrado la coordinación macroeconómica que en desfasajes
cambiarios como éste son resultado de eso también.
¿Y cuál es la solución? ¿Salir del Mercosur,
reformularlo?
- La
solución sería edificar un verdadero Mercosur que nos permita a su vez competir
hacia afuera. Lo que pasa es que también hoy hay visiones muy
neoproteccionistas, por no decir neocerradas. Y digo neo porque ni siquiera son
cerradas como lo fue en los tiempos de las economías cerradas que respondían
por lo menos a un plan. Acá son cierres imprevistos, arbitrarios... La solución
sería tener un Mercosur como fue concebido: un espacio económico mayor para
tener mejor economía de escala para competir mejor en el mundo. En mi país hay
una gran crítica al Mercosur y un reclamo muy fuerte, que es el de tener mayor
libertad para hacer acuerdos comerciales fuera de la zona. Eso lo está
sosteniendo la mayoría, aún adentro del propio partido de Gobierno.
La incertidumbre económica en la Argentina ha
provocado un serio freno en las inversiones. ¿Recibe Uruguay este impacto?
-
Diría que no, está el impacto directo de las propias medidas argentinas, pero
no conduce ello a un cambio de política, ni en Brasil, ni en Uruguay ni en
Paraguay. Las políticas van a seguir en la misma dirección. Felizmente.
La inundación de la semana pasada dejó ver
que la política de desendeudamiento del kirchnerismo tiene su lado oscuro, ya
que no se tomaron créditos internacionales este tiempo para hacer obras de
infraestructura...
- El
modelo argentino está sostenido en lo que se llama acá un relato muy fuerte.
Nosotros, no lo vemos como un modelo cerrado, fácil de trasladar, sino como un
Gobierno que interviene mucho en la vida económica, que interfiere, y que a
veces opera hacia un lado o el otro. Lo que sí es verdad es que todos los
gobiernos populistas o no populistas, como la Argentina, con su visión propia,
se han caracterizado en el último tiempo por no invertir suficientemente. Es
muy penoso, porque estamos en un período de bonanza internacional como no hemos
tenido nunca. Es el gran momento para que los países realicen los saltos de
transformación imprescindibles.
¿Y qué está faltando en ese sentido en
América latina?
-
Inversión en infraestructura, en educación, en innovación tecnológica. Lo digo
para Uruguay, para Argentina y aún para Brasil, que también tiene serios
problemas de infraestructura en puertos y aeropuertos. Naturalmente, los
gobiernos tienen la presión popular, política. En un momento en que hay una
bonanza de precios y gran afluencia de recursos al Estado, los reclamos se
acentúan. Pero esto tiene una consecuencia en la producción, en la calidad de
vida, en la seguridad, en todos esos factores. La falta de inversión se traduce
en fenómenos de esta naturaleza. Se nota en energía, donde Argentina está
importando entre U$S 10 y 15 mil millones cuando dispone de todas las energías
posibles.
¿Hasta cuándo va a tener la región este ciclo
de bonanza? Uno supone que no será eterno.
-
Nadie puede decirlo. Uno razonablemente puede pensar que en el corto plazo no
va a haber mayores variantes porque somos productores de alimentos y el ascenso
en el mundo de las clases medias, aún en épocas difíciles como éstas, no va a
bajar. Es más, no estamos en una crisis mundial como suele hablarse: estamos en
una crisis europea, pero no es una crisis en EE.UU., que ha contorneado la
crisis, en el Asia, que está en plena expansión, en Oceanía... Nos ha
beneficiado espectacularmente. Que esté un poquito más lento el crecimiento es
otra cosa.
¿Y por qué los argentinos no hemos
aprovechado a fondo este buen momento?
- Es
un tema de los latinoamericanos. Chile y Perú lo han aprovechado mejor que
Venezuela, para tomar las dos puntas. Y el resto lo ha hecho con suertes
variadas.
Es año de elecciones y el Gobierno
(argentino) apunta a obtener votos suficientes para reformar la Constitución e
ir por la re-reelección de Cristina. ¿Qué opinión tiene?
- La
opinión que he sostenido toda mi vida, también para mi país: soy contrario a
las reelecciones directas, entiendo que los países pueden tener una reelección
pasado un período, pero más de una vez he dicho que el presidente envuelto en
su propia reelección es un animal peligroso. No lo digo para la Argentina sino
para mi país y para mí mismo. Personalmente, en la primera Presidencia hubo
muchos intentos de que postulara un cambio constitucional de ese tipo y lo
rechacé. Las reelecciones no son un principio antidemocrático, en los EE.UU.
existe, lo que sí no es democrático es la reelección indefinida, lo que sí es
poco democrático es cambiar las reglas de juego a mitad de camino.
Fuente:
Cronista.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario