Finalmente, el presidente Mujica hizo lo que
debió haber hecho hace rato: le pidió disculpas a su homóloga argentina por la
manera en que se refirió a ella y a su difunto esposo, en el triste episodio
ocurrido en Florida el jueves de la semana pasada.
Según
informa la prensa de estos días, Mujica le envió una carta a Cristina
Fernández, en la que invocaría sus orígenes humildes y sus largos años de
cárcel para explicar la grosería de su lenguaje.
Acerca
de los dichos iniciales del presidente uruguayo y de lo que dijo además en la
entrevista concedida a La Diaria –esta vez sin sorpresas ni distracciones-, no
haremos comentarios, porque huelgan. Cuando fue Jorge Batlle el que, sin saber
que lo estaban filmando y grabando, habló demás, algunos dirigentes
frenteamplistas (Tabaré Vázquez y Enrique Rubio entre ellos) lo condenaron con
saña y sin contemplaciones. Esta vez la oposición –otra oposición- no quiso
pegarle en el piso al presidente. El gesto, sin embargo, no fue reconocido.
Mujica
admitió pues que, por el lenguaje que usó (“áspero” y “canero”, como él mismo
lo llamó) debía ofrecer sus excusas a la persona aludida en sus comentarios. El presidente entendió y aceptó que su manera de dirigirse
a los demás puede resultar y resulta efectivamente ofensiva; y como la ofendida
esta vez fue nada menos que la Sra. Presidente de la República Argentina,
Mujica se disculpó (e hizo muy bien).
Lo que debe señalarse es que ese mismo lenguaje
“áspero” y “canero” lo usa permanentemente el presidente para dirigirse a sus
compatriotas; en particular a los integrantes de la oposición política, pero no
exclusivamente a ellos. El famoso “no sea nabo” o el “vayan a cuidar a sus
mujeres” son buena muestra del “estilo” presidencial al que aludimos. Y si el
presidente se expresa así, no nos puede sorprender que el ministro de Defensa,
Fernández Huidobro, hable soezmente en actos públicos; quien tiene la autoridad
para exigirle más respeto por la audiencia y por su propia investidura, es el
menos indicado para hacerlo.
A la sociedad uruguaya, empero, no parece
molestarle la ordinariez gubernamental. La popularidad de Mujica ha subido
últimamente, afirman las encuestas; y cuando Fernández Huidobro dijo algunas
barbaridades en un almuerzo de ADM, fue aplaudido por los empresarios y profesionales que lo estaban escuchando.
El desprecio ostensible por las reglas del
respeto, del buen trato, de la cortesía y del decoro, ¿hace a nuestra sociedad
más democrática, más libre o mejor en algún otro sentido? No lo creo. Para
nuestra sociedad el respeto, la cortesía y los buenos modales son valiosos; a
todos nos gusta que nos traten bien. Todos entendemos que el lenguaje que
empleamos con nuestros amigos, no es el mismo que podemos emplear cuando están
presentes las esposas de nuestros amigos. Cuando la ocasión es importante para nosotros, nos
vestimos y esperamos que los demás se vistan de acuerdo con ella; quien acude a
una entrevista para conseguir un buen trabajo, cuida su aspecto (y su
lenguaje); el día de su casamiento los novios no se ponen lo primero que
encuentran a mano; y las chicas que festejan sus quince años no esperan que sus
amigos vayan a la fiesta vestidos como si fueran al tablado.
Si en lo que nos concierne y afecta
directamente, esperamos que el lenguaje y la conducta de los demás respeten
nuestros valores, ¿por qué admitimos la degradación de la vida pública? Quizás
por aquello de que “la causa de todos es la causa de nadie”; mientras no se
metan conmigo, que hagan y digan lo que quieran.
El problema es que, más tarde o más temprano,
lo que pase en la calle repercutirá dentro de nuestra casa. El lenguaje y los
hábitos republicanos son sencillos, decorosos y respetuosos y fortalecen la salud moral de la sociedad. El lenguaje
carcelario y la mentalidad correspondiente, en cambio, intentan convencernos
todos los días de que aceptemos vivir “en un mismo lodo, todos manoseados”,
como dice la letra del tango.
No será deslizándonos por esa pendiente, como
llegaremos a sentirnos orgullosos del país en que vivimos.
(*)
Abogado. Senador de la República (Vamos Uruguay-Partido Colorado)
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