Desde hace años, el Frente Amplio hace la plancha en el gobierno de
Montevideo. Sin rivales electorales a la vista, sintiendo que gana aunque sea
con una heladera como candidata, se dejó estar y duerme en los laureles.
Administra el día a día, la va llevando sin estresarse, se da el lujo de
designar en los cargos de dirección a militantes sin credenciales académicas ni
experiencia gerencial; mira más al comité que a la ciudad.
Las hegemonías políticas
producen efectos similares a los monopolios económicos: terminan perjudicando
al ciudadano, así como al consumidor. Montevideo está sucia, mal
iluminada y descuidada, sus habitantes pagan impuestos altos y reciben a
cambio malos servicios, a la Intendencia le preocupa más llevarse bien con
Adeom que complacer a los vecinos. Claro, Adeom puede poner en jaque a la
Intendencia (como lo hizo tantas veces), pero hasta ahora los vecinos no pueden
poner en jaque al Frente Amplio. Los partidos de oposición no han sabido
impugnar eficazmente el predominio político oficialista. Colorados y blancos,
por separado, no inquietan a los “tricolores”.
En el 2015, cuando se cumplan
25 años de gobierno frenteamplista ininterrumpido en Montevideo, será
necesario, para la salud de la democracia, que los vecinos puedan realmente
elegir entre la continuidad o el cambio. Así como están las cosas no elegirían,
porque se sabe que ninguno de los partidos tradicionales podría, con sus solas
fuerzas, derrotar al Frente. Si todo se mantuviera igual, la ciudadanía
se limitaría a homologar con su voto las decisiones de la interna
frenteamplista, mientras las rebeldías estériles se dispersarían entre partidos
separados y votos en blanco y anulados.
La tarea política necesaria e
impostergable, es la de articular las fuerzas de la oposición para competir
realmente por el gobierno de Montevideo. Si los partidos tradicionales no son
capaces de hacerlo, casi seguramente deban resignarse a que sea el Frente el
que genere su propia alternativa, presentando más de un candidato a la
Intendencia al amparo del doble voto simultáneo. En ese escenario, serían
muchos los votantes blancos y colorados que, en lugar de votar a sus
respectivos partidos para elegir ediles, preferirían votar dentro del Frente
por quien consideren el mejor (o el menos malo) de los candidatos que realmente
disputen la Intendencia. Si llegara a suceder algo así, el papelón de los
partidos tradicionales sería tan histórico como ellos mismos.
Desde ya que hay quienes se
oponen a cualquier alianza entre colorados y blancos, invocando historias e
identidades diferentes. A ellos cabe contestar, ante todo, que la historia no
puede ser nunca un pretexto para eludir las tareas y responsabilidades que
plantea la vida que vivimos hoy. Los partidos no son museos ni academias, sino
instrumentos al servicio de la ciudadanía. Si por contemplar lo hecho en el
pasado, olvidan esa su esencial instrumentalidad, los partidos políticos
pierden su razón de ser y se condenan a sí mismos a desaparecer.
La identidad de partidos con
las características de los partidos tradicionales uruguayos, no se pierde ni se
desdibuja por llevar candidatos y programa comunes a una elección municipal. No
hay una doctrina batllista de la recolección de residuos domiciliarios, ni una
concepción herrerista del alumbrado público. El desafío es devolver a los
vecinos de Montevideo, en obras y servicios, lo que pagan en impuestos,
cumpliendo con eficiencia los cometidos básicos de un gobierno municipal. En
cabezas sensatas, ni el recuerdo de los Mártires de Quinteros ni el del Sitio de
Paysandú deberían ser obstáculos para lograr propósitos tan elementales y ajenos a los “grandes relatos” de
la política nacional.
Basta de permitir que el
pasado nos impida hacer lo que hay que hacer en el presente. Basta de cultivar
esa forma de narcisismo político que consiste en contemplar la propia identidad
en el espejo de la historia, mientras la vida pasa desatendida a nuestro lado.
La historia y la identidad se
construyen en la acción. Colorados y blancos, blancos y colorados, debemos
darnos un baño de humildad y asumir que para ser útiles a los vecinos de
Montevideo, debemos sumar esfuerzos en un lema común. Fue sirviendo a la nación
como hicimos nuestra magnífica historia, y será sirviéndola, sólo sirviéndola,
como nos ganaremos el derecho a ser parte del porvenir.
(*)
Abogado. Senador de la República (Vamos Uruguay – Partido Colorado)
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