Dr. Julio María Sanguinetti |
Por Dr. Julio María Sanguinetti (*)
El 1° de febrero de 1973, el Senador Amílcar Vasconcellos, un vigoroso legislador batllista, denuncia en Radio Carve que "Nadie, salvo por cobardía, por comodidad o por ceguera histórica, tiene el derecho de ignorar que hay en marcha en este nuestro Uruguay -más allá de las declaraciones que se hayan hecho y que se pueden hacer- un movimiento que busca desplazar a las instituciones legales para sustituirlas por la omnímoda voluntad de los que pasarían a ser integrantes de la internacional de las espadas". Se basaba en que los mandos militares, embriagados por la victoria frente a los tupamaros, venían ya desbordándose, al punto de que meses antes habían hecho procesar por la Justicia castrense al Dr. Jorge Batlle, en uno de esos episodios que se resolvían trabajosamente pero dejando la inequívoca sensación del desgaste institucional.
El Presidente Bordaberry le contesta a Vasconcellos, reafirmando la tradición democrática del país, pero los mandos se reúnen y reclaman el derecho a contestarle ellos mismos. El Comandante de la Armada, Contralmirante Zorrilla, es el único que discrepa con sus colegas, del mismo modo que rechaza propuestas de líderes nacionalistas de que apoyara una renuncia de Bordaberry y se llamara a elecciones nuevamente. "No nos apartaremos de la Constitución", contesta el marino. "Somos leales al Presidente y si éste renuncia lo seremos al Vicepresidente. De la Constitución no tenemos derecho a alejarnos", añadió.
El miércoles 7 de febrero los Comandantes de las Fuerzas, con la excepción de la Armada, contestan con agravios a Vasconcellos y desarrollan ya la teoría golpista de que la sedición ha sido derrotada en el plano militar, pero permanece aún la "subversión", que "nadie puede negarlo, afecta directamente la seguridad nacional". La llamada "subversión" era un indefinido agravio al "ordenamiento institucional, social, moral y económico nacional".
El Presidente juega su última carta y designa Ministro de Defensa al General Antonio Francese, un gran militar, incuestionablemente demócrata. El Ejército no lo acepta y el 8 de febrero, se corta el tránsito en la Avenida Agraciada, frente a la División de Ejército I. Se emite un comunicado militar anunciando ese rechazo, mientras se van ocupando los canales de televisión. La Armada, al mando de Zorrilla, en la madrugada declara su lealtad a las instituciones, ordena a los Fusileros Navales instalar barricadas y cerrar la Ciudad Vieja, mientras los buques se despliegan en orden de combate frente a la costa. Zorrilla le ofrece al Presidente una base para poder negociar con alguna fuerza.
Las fuerzas políticas de inmediato se alinean. Las mayorías coloradas y blancas con las instituciones. El Frente Amplio intenta sumarse al golpe. Su esperanza radicaba en que el grupo llamado "peruanista" del Ejército pudiera configurar un gobierno con su participación; aunque hoy parezca ridículo, era el Gral. Gregorio Álvarez el titular de esa expectativa, que la proclama el propio General Seregni en un acto público en la Unión, en la noche del 9 de febrero. A la misma hora, los Comandantes emiten un comunicado N° 4, que es el programa de gobierno de las Fuerzas Armadas. La CNT dialoga con esos mandos y "El Popular", el diario comunista, expone la necesidad de un gobierno con civiles y militares. Al día siguiente, el Presidente le pide a Zorrilla que abandone el bloqueo, pues se dispone a negociar con los Comandantes sublevados, con los que pactará. Renuncia el Ministro Francese y renuncia también Zorrilla. "Acción", "El Día" y "El País" elogian a Zorrilla. El diario comunista editorializa: "Nosotros hemos dicho que el dilema no es entre poder civil y poder militar, que la división es entre oligarquía y pueblo, y que dentro de éste caben indudablemente todos los militares patriotas que estén con la causa del pueblo". Toda la izquierda se alinea a favor del golpe. Solo Carlos Quijano levanta su voz crítica.
A partir de ese 10 de febrero, el país vivirá fuera de la legalidad. En esos tres días, la Armada al mando de Zorrilla escribió una hermosa página cívica. Ese gran comandante se refugia en su casa, pero no bien aparece un atisbo de apertura, se vuelca a la lucha cívica, en el Partido Colorado. Nos acompañó en la lista ABX en la histórica elección interna de noviembre de 1982 y terminó preso porque no se aceptaba que hablara... Restablecida la democracia, será Senador por el Batllismo Unido y más tarde Embajador en el Vaticano.
El 5 de enero de este 2012 falleció, a los 91 años, rodeado del cariño de una hermosa familia y de una legión de amigos que le admirábamos. En medio de estos calores, la sociedad uruguaya no percibió claramente lo que significaba este alejamiento, el valor de símbolo que representaba. Los hechos, que sucintamente hemos narrado, hablan por sí solos.
Zorrilla fue un gran militar, y un ciudadano sin claudicaciones, al que le sobró coraje para defender la institucionalidad. Recordaba un colaborador suyo que cuando se retiraba de su despacho, donde tuvo que recoger rápidamente sus papeles, al salir advirtió que en el escritorio, ya vacío, solo quedaba encima una Constitución. Se dio vuelta y tomándola, dijo: "Me la llevo porque aquí no la van a usar más…". (**)
(*) Abogado. Ex presidente de la República (1985-1990) y (1995-2000)
(**) Extraído del diario El País, edición del 15 de enero de 2011
1 comentario:
muy buena nota en recuerdo de tan triste episodio y en memoria de tan buenos batllistas como el dr Amilcar Vasconcellos y el contraalmirante Zorrila q siempre estuvieron con la constitucion y la legalidad ,no como otros q x esos dias visitaban cuarteles en procura de q los militares fueran progresistas
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