Lanzado ya a la arena política como candidato a la
Presidencia de la República, Tabaré Vázquez arrancó con críticas a quienes
seremos sus competidores.
Lejos de esa falsa imagen sosegada que supo vender salió a contemplar a los
radicales del Frente Amplio a los que hoy les prometerá lo que mañana no
cumplirá.
Entre las muchas críticas que nos lanzó fue que nosotros no teníamos un
modelo de país y él sí.
Creo que se equivocó.
No es que no tenemos un modelo de país sino que nuestro modelo es
totalmente distinto al de él.
Nuestro modelo de país es el de los que arrancan a la salida del sol a
trabajar y estudiar todos los días. El de Vázquez es el de los que amanecen en
la calle y ven pasar a los que van a trabajar para ellos.
Nuestro modelo de país es el de los que piensan en los tractores, las
vacas, las ovejas, la cosecha, la industria y el trabajo. El de Vázquez es el
que nos ha dejado su gobierno: una cantidad de personas que no trabajan y se
pasan pensando en la pasta base.
Nuestro modelo de país es el que piensa en más horas de sol para sembrar
más y no el que aprovecha la noche para robar.
Nuestro modelo de país es el que está convencido que la mejor política
social es la educación y un buen empleo. El de Vázquez son los cien mil que
hace ocho años reciben el dinero que les regala el Estado sin pedirle nada a
cambio.
Nuestro modelo de país es el de Batlle, en el que obrero y empresarios,
capital y trabajo, buscan el acuerdo. En el de Vázquez prima el conflicto.
Nuestro modelo de país es el de los que mueven el alambrado eléctrico para
aprovechar más la pradera. No el de los que venden el sueño de unos pocos de
que el pasto es una cancha de fútbol que lo sacará de pobre, mientras vive de
los demás.
Nuestro modelo de país es el de la educación. El de Vázquez persigue a una
directora que no permite que se tome vino en su liceo.
Nuestro modelo de país es el del respeto por los demás. El de Vázquez es el
de los que se acusan públicamente de borrachos, de tomarse dos copas, de viejos
hijos de…, de romper el trasero y otras cosas.
Nuestro modelo respeta lo que decidió la gente con su voto. En el de Vázquez se afirma que la gente cuando vota no tiene razón y pretende pasar por arriba de dos pronunciamientos del pueblo.
Nuestro modelo de país es el de los que innovan, invierten, se esfuerzan.
El de Vázquez es del que juega en la computadora y mira televisión.
Nuestro modelo de país es el que protege a quienes son víctimas de la
inseguridad. El de Vázquez larga a los delincuentes a las calles y nos condena
a vivir en esta inseguridad.
Nuestro modelo de país es el de los espectáculos públicos compartidos en
familia. El de Vázquez le regala entradas a los barra-bravas que van al fútbol.
Nuestro modelo de país quiere terminar con la violencia doméstica. El de
Vázquez discute si una víctima hizo una queja o una denuncia de acoso, en lugar
de protegerla.
Nuestro modelo de país es con ambulancias en cada pueblo del interior
profundo. El de Vázquez se compra aviones para los jerarcas del gobierno.
Nuestro modelo de país levanta silos, galpones, plantas industriales. El de
Vázquez legitima las ocupaciones y asentamientos por ley.
Nuestro modelo de país apuesta al campo, a la industria, al interior además
de la capital. El de Vázquez es centralista.
Nuestro modelo de país trabaja. El modelo de país de Vázquez es de los que
viven de los que trabajan.
Sí, es cierto, tenemos dos modelos distintos.
Por suerte.
(*) Abogado. Senador de la República. Líder de Vamos Uruguay – Partido
Colorado
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