El SEMANARIO RECONQUISTA es el órgano de prensa de la Agrupación Reconquista del Partido Colorado, fundado por Honorio Barrios Tassano y Carlos Flores. Director Prof. Gustavo Toledo.

jueves, 30 de mayo de 2013

Un oriental suelto en China

Por Gustavo Toledo

Para cualquier gobernante uruguayo con dos dedos de frente, China es un destino ineludible. Como lo fue, en su momento, la romántica Francia, o, por inercia, el Imperio del Norte. Perderse en aquella inmensidad, recorrer sus grandes avenidas, elevar la vista tratando de alcanzar la cúspide de sus rascacielos interminables, constituye -antes que nada- una obligación estratégica. Igual que hablar lo estrictamente necesario, ceñirse a los dictados del protocolo, y, si fuera posible, pasar desapercibido. Los chinos cultivan la discreción y el bajo perfil, cualidades milenarias que, obviamente, nuestro presidente ignora. O, lo que es peor: no le importan. 

Siguiendo la estela de sus antecesores, viajó hasta allí con la intención de que sus anfitriones descubran las virtudes del asado uruguayo e inviertan sus morlacos en nuestro paisito, poblado de “atorrantes” y cultores de la siesta. ¿Sus armas? Las de siempre: frases hechas, salidas rocambolescas, palmoteos innecesarios, bromas inasibles…  (¡Pobres traductores!)

Uruguay “precisa mucho” de China, dijo, con tono de sabio que acaba de descubrir la vacuna contra el subdesarrollo. “Tenemos una oportunidad histórica y queremos ser aliados de China”, deslizó aspirando las “S”, como suele hacer en sus audiciones de M24 y en los actos oficiales. ¿Y Argentina? ¿Y Brasil? ¿Y el Mercosur? ¿Pidió permiso o se cortó solo? Vaya uno a saber… Sea como fuere, la conclusión es bastante obvia: el mundo no termina a la vuelta de la esquina, como sus socios marxistas-ruralistas pregonan a los cuatro vientos. El barrio es demasiado chico para vivir encerrados, incluso para un país de dimensiones minúsculas como el nuestro. ¡El problema es que le llevó tres años y pico darse cuenta!

Ahora bien, ya que anda por aquellas tierras, sería bueno que convirtiera su modesto viaje de negocios en una salida didáctica. Como las que hacen las maestras con sus alumnos, yendo de excursión al LATU o al Planetario, con el propósito de descubrir los misterios de la Física o algún astro que pende del infinito cual chirimbolo navideño. Una especie de curso acelerado de modernidad y pragmatismo, para un hombre varado en el pasado y la inacción. De hecho, si ésa fuera su intención, no tendría que hacer ningún esfuerzo extraordinario. Bastaría con que saliera a la calle y preguntara, ¿cómo hicieron para tirar el maoísmo por la ventana y abrir las puertas al capitalismo? ¿Cómo lograron dejar de ser “el país del no se puede” para convertirse en “el país del no me alcanza”? ¿Cómo pudieron transformar una utopía inerte y sin futuro en una realidad contante y sonante?

Si pregunta, seguro le hablarán de Deng Xiao Ping y de su revolución dentro de la revolución. Del volantazo que pegó a fines de los setenta, casi al mismo tiempo que otra dictadura, pero de derecha, hacía lo propio en Chile. Y, sobre todo, de los resultados que obtuvieron a partir de la puesta en práctica de ese experimento que Deng, el Giulio Andreotti de Oriente, bautizó, irónicamente, como “Socialismo de Mercado”; y que, del otro lado del Pacifico, los progres denominaron despectivamente “Neoliberalismo”.

Fracasada la experiencia socialista en ambos países, abrieron sus economías de la peor forma posible: a prepo. Privatizaron todo lo que pudieron. Derribaron monopolios a martillazos. Tejieron acuerdos comerciales con grandes y chicos, como quien sale a pescar con el trasmallo. Abrazaron el libre mercado con alma y vida. Es más, hasta modificaron su Constitución con una intención muy distinta a la que reveló hace poco nuestra Rosa Luxemburgo y su grupo político. Ellos no quieren “priorizar la vida por sobre la propiedad”, como pretende nuestra primera dama, sino establecer que “la propiedad privada y legítima de los ciudadanos es inviolable”, y que “el Estado, de conformidad con las leyes vigentes, debe proteger los derechos de propiedad privada de los ciudadanos, como también los de su herencia”.

A ver: es obvio que la China comunista de hoy es un capitalismo de Estado, un régimen autoritario cuyo principal objetivo económico es estimular el consumismo y mejorar la competitividad a cualquier precio, que no admite reclamos salariales y puede despedir sin inconveniente a millones de funcionarios públicos y cerrar empresas ineficientes sin reparar en costos de ningún tipo.

Naturalmente, éste no es el camino más aconsejable al desarrollo. Una dictadura, en la que se puede hacer negocios sin inconveniente, pero las personas son vistas como una variable económica y no como seres humanos dotados de derechos inalienables, no es mi ideal político. Ni el mío ni el de ningún liberal de verdad.

 Si es preciso que el Pepe viaje al otro extremo del mundo para entender que no hay dictaduras buenas y dictaduras malas, que nada justifica que una sociedad se desarrolle a la sombra de una bota, y que, en materia económica, no importa de qué color es el gato sino que cace ratones, deberíamos mandar todos los años dos o tres barcos repletos de uruguayos a darse un baño de realidad en aquellas aguas.


No se me ocurre una inversión más rentable que esa.

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