En
la Instrucciones del Año XIII se dice habrá tres Poderes del Estado. Los mismos
serán independientes entre sí.
En 1813 Artigas y quienes lo
acompañaron, tenían muy clara la idea de cómo funcionaba la democracia. El
Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial eran Poderes independientes entre sí, y
debían serlo siempre para que la democracia funcionara plenamente. Cuando uno
de esos Poderes ocupa el lugar de los otros el sistema se llama dictadura, la
única cosa que tiene en común con la democracia es que ambas palabras empiezan
con “d”.
Esta locura del poder absoluto ha
invadido a varios países en América del Sur. Cuba, una maravilla, bate los
récords. Tiene el mismo Presidente desde 1959. Ni Luis XIV en Francia pudo
quedarse tanto tiempo en el gobierno, solamente algún dictadorzuelo registra un
récord similar. ¿Qué me dicen de Venezuela?: no le permitían hablar a los
legisladores de la oposición en la Asamblea, no quisieron re contar los votos y
modificaron totalmente los Tribunales electorales para habilitar cualquier
forma de interpretación sesgada de los textos vigentes.
En Bolivia el Tribunal ha descubierto
que para el caso del Presidente Morales se le puede permitir que sea candidato
por tercera vez. Algún día no lejano pasará lo mismo en el Ecuador.
En nuestro querido y vecino país las
leyes llamadas “democratización de la justicia” consagran el disparate anti
democrático que los jueces los van a elegir en las listas partidarias. Agregan,
además, que solamente los Partidos que registren listas en determinada cantidad
de áreas electorales pueden presentar candidatos a la judicatura. La dictadura
legal.
Entre nosotros empieza a asomar la
cabeza el mismo bichito.
Una nutrida delegación del Poder
Ejecutivo, mandada naturalmente por el Presidente de la República responsable
de la visita, integrada por los Ministros del Interior, Educación y Relaciones
Exteriores, además de otras personas, se reúne a su solicitud con los
integrantes de la Suprema Corte de Justicia y le plantea las supuestas
dificultades internacionales para el Uruguay que emergerían como consecuencia
de los fallos judiciales recientes de la Suprema Corte.
Principio quieren las cosas. Así
empiezan las dictaduras, de a poquito, tanteando, tratando de ver si este tipo
de violaciones absolutas a la independencia del Poder Judicial tiene pocas o
muchas repercusiones negativas. Presumen que entre las tantas cosas que suceden
pasará desapercibido. En silencio, sin difusión alguna, al punto que la prensa
no supo de la reunión cuando ella tuvo lugar, aterrizan en la Suprema Corte
para decir aquí estamos, al gobierno no le gusta como ustedes fallan, y al
mismo tiempo, organizan reuniones en el mundo, como la recientemente celebrada
en París, para crear un ambiente internacional que presione sobre el fallo de
la Corte.
A las cosas hay que llamarlas por su
nombre: esta es una actitud claramente dictatorial.
¿Qué le parece al Presidente de la
República si mañana los cinco Ministros de la Corte le piden una audiencia y le
dicen que todas las cosas que hace son barbaridades una detrás de la otra y que
tiene que cambiar? ¿Qué debiera hacer el Sr. Presidente de la República ante
esa intromisión absoluta de un Poder en la vida del otro?. Seguramente
decirles: Señores buenas tardes, pueden retirarse.
Los Ministros de la Corte fueron más
educados, escucharon y hablaron de sus necesidades presupuestales.
Lo que no tiene desperdicio es el
reportaje que en el día de hoy el Semanario Búsqueda le hace al Dr. Chalar, Ministro
de la Corte, que dice: “la justicia es democrática cuando –le gusten o no sus
sentencias a los gobiernos del momento o a otros centros de poder- actúa con
independencia y con ajuste a la Constitución y a las Leyes; y de esto da prueba
sobrada el Poder Judicial Uruguayo y lo reconoce el mundo y debe ser defendido
por todos”.
Más adelante el Ministro Chalar
preguntado por el periodista qué sintió el día que el Palacio Piria fue ocupado
por un grupo de manifestantes por motivo del juramente de la jueza Mariana
Motta, contesta: “algo parecido a lo que sentí hace 40 años cuando supe que se
habían cerrado las puertas del Palacio Legislativo”.
Mientras en el Uruguay haya jueces así,
con este carácter y esta claridad de conceptos de lo que son las obligaciones
de la justicia y la independencia absoluta de los jueces, seremos un país
democrático.
(*) Abogado. Ex presidente de la
República (2000-2005)
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