El pasado jueves el Senado dio media sanción
a un proyecto de ley que, en sustancia, habilita al fideicomiso propietario de
los aviones de Pluna a disponer de ellos; la idea es que sea la empresa que
formen quienes fueron trabajadores de Pluna, la que reciba esos aviones y los
utilice.
El proyecto de ley fue sancionado con los votos del oficialismo
solamente; los partidos de oposición no lo apoyamos, por entender que la
excesiva generalidad y amplitud de sus disposiciones lo asemeja a un cheque en
blanco que obviamente, en las actuales circunstancias –es decir, con una
investigación penal en trámite- no estamos dispuestos a darle al gobierno.
La discusión parlamentaria se centró en lo ocurrido hasta ahora y en las
responsabilidades emergentes de ello. Está bien que así haya sido; para que la
democracia funcione bien es necesario que la gestión de los asuntos públicos
sea sometida a controles y que los gobernantes se hagan cargo de los errores
cometidos.
No recibió en cambio la atención necesaria –a mi juicio- lo atinente a
lo que se espera que sea la empresa que ocupe el lugar que Pluna dejó vacío
(aunque no lleve su fatídico nombre): esa nueva aerolínea que sería de
propiedad de los ex trabajadores de Pluna, que recibiría el apoyo del Estado y
que nos aseguraría la “conectividad” que hoy nos falta. Los comentarios
del oficialismo a este respecto se agotaron en el elogio a los trabajadores, a
su actitud constructiva, a la seriedad de su planteo, etc.; pero del proyecto
empresarial en sí, casi no se dijo nada.
El único senador que se refirió a dicho proyecto en términos
concretos fue Eduardo Lorier. El legislador comunista tuvo el mérito de abordar
la tarea que nadie había cumplido hasta que él habló, comentando diversas
previsiones y estimaciones en las que funda el proyecto sus pretensiones de
viabilidad.
Pero el discurso de Lorier, obviamente, no quiso ser un análisis técnico
e independiente del asunto, sino un vibrante alegato político en pro de los ex
trabajadores de Pluna (que colmaban las barras del Senado), y eso fue.
Lo que faltó en el debate fue, precisamente, el análisis técnico e
independiente de la propuesta de los trabajadores, que el gobierno quiere
apoyar. Es cierto que todos los legisladores que conocen la propuesta, tanto
del gobierno como de la oposición, la han elogiado, por considerarla seria y
bien fundada. Pero esa apreciación política no sustituye la evaluación técnica,
rigurosa y desapasionada.
Y esa evaluación es necesaria, antes de que el Estado vuelva a
comprometerse, de un modo o de otro, en un negocio que a través del tiempo le
ha costado muchos millones de dólares a generaciones y generaciones de
uruguayos.
¿Es realmente necesario que contemos con una “aerolínea de bandera”?
¿Cuánto le costaría al país? ¿Qué alternativas existen y cuánto costarían? ¿Qué
resultados arroja la comparación de los costos y beneficios que puedan
esperarse de las diversas hipótesis consideradas? ¿Qué le conviene más al país:
que el gobierno financie un nuevo emprendimiento aeronáutico, o que apoye a AFE
para recuperar el ferrocarril? ¿Podemos hacer las dos cosas y además impulsar
el puerto de aguas profundas, por ejemplo...?
Estas y otras preguntas similares son las que no aparecen planteadas, ni
mucho menos respondidas. Se sustituye el tratamiento de estas cuestiones por la
exaltación de los trabajadores y las manifestaciones de confianza en lo que
ellos hagan.
Los trabajadores deben ser contemplados, naturalmente, a través de los
diversos instrumentos con los que el Estado cuenta para apoyar a quienes han perdido
su empleo y legítimamente aspiran a volver a trabajar. Pero una cosa es
resolver el problema social y humano que plantea la situación de esas
personas, y otra muy distinta es seguir comprometiendo fondos públicos en
emprendimientos de incierto destino.
(*)
Abogado. Senador de la República (Vamos Uruguay- Partido Colorado)
1 comentario:
Mas allá de la canallada del gobierno, es necesario tener una aerolinea de bandera. Aunque hubiera que subsidiarla. El problema de las perdidas de PLUNA se debió siempre mas a la corrupción y a la torpeza que a factores de mercado. El nombre de PLUNA no es fatidico, fatidicos son los nombres de todos los que han usado a PLUNA para acomodar gente y para hacerle el caldo gordo a otras empresas como IBERIA, VARIG, Aerolineas Argentinas, etc. Además del escandalete, colorados y blancos debemos aportar una solución craativa a este tema. El patrimonio de PLUNA no son esos 7 avioncitos mal comprados. Son sus lineas, sus slots, sus derechos y la competencia de su personal técnico. No perdamos todo, ni se lo regalemos a nadie. Eso nos pertenece a todos los uruguayos, ni siquiera al sindicato. Pero si el sindicado va a explotar este negocio, mejor apoyarlo en todo lo posible para que no se fracase una vez mas.
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