Por
Gustavo Toledo
Seré
breve. Estamos en tiempos de balance y reflexión. El Uruguay cierra un mal año;
intenso, movido, y, por momentos, caótico. Producto, sin dudas, de las marchas
y contramarchas de un gobierno que no sabe lo que quiere. Y si lo sabe, disimula
bastante bien.
El presidente y su barra se las arreglaron
para chapotear -¡un año más!- en el charco del voluntarismo y la demagogia, pero
sobre todo para sembrar incertidumbre y desconcierto entre propios y extraños (nadie
sabe qué Mujica predomina, si el “anarco” afín a ciertas posiciones liberales
que concitó el aplauso de recalcitrantes como Vegh Villegas, el socialista sui
generis que asoma en algunas medidas y declaraciones o el admirador de los Kung
san).
El 2012 nos deja la desmelenada idea de
instaurar una renta universal que permita “abolir la pobreza”, el interminable
mamarracho de Pluna (que seguramente va a dejar un “agujero” en nuestros
bolsillos y más de un “herido” tras las rejas), la búsqueda de controlar Internet,
el macaneo constante en torno a casi todos los temas y una profunda crisis de
gestión, sobre todo en materia educativa (¡1 de cada 3 liceales repitió el año!),
seguridad (¡283 homicidios en 365 días!) y relaciones exteriores (traición y
ninguneo del Paraguay, genuflexiones de todo tipo y color al régimen facho-progresista
de Cristina, y misas y procesiones en honor del mecenas venezolano). Eso sí,
los responsables de cada una de esas áreas (deficitarias) siguen atornillados a
sus sillones con perspectivas de seguir haciendo lo que mejor saben hacer:
nada. Como no hay quién mande; o, peor aún, todos quieren hacerlo; cada uno, a
lo Tupac Amaru, tira para su lado. El resultado, está a la vista.
Ya nada nos sorprende. Ni siquiera
cuando el mandatario proclama que volvimos a ser la Suiza de América, teoriza
sobre la conveniencia de “legalizar” la marihuana para terminar con el narcotráfico
o les muestra a los periodistas de la BBC su alcoba con el pantalón remangado y
un vaso de whisky en la mano. Perdimos el concepto de mesura, y el de vergüenza,
y el de responsabilidad, y el de respeto a la investidura presidencial... Como
en el tango “Cuesta abajo”, solo nos queda “la vergüenza de haber sido y el
dolor de ya no ser”.
El país camina por el pretil de un
mundo incierto. Europa aun baila al ritmo de una crisis cuyo fondo todavía no se
vislumbra y EEUU no termina de levantar vuelo. Todos los rezos se dirigen al
otro extremo del mundo, a Lejano Oriente. Los gastadores compulsivos de este
rinconcito perdido ruegan a todos los santos que China e India no tengan
tropiezos y sostengan la demanda internacional de alimentos. Nadie habla de
ahorrar. O de gastar menos. Ni de la tantas veces anunciada reforma del Estado,
sepultada bajo una montaña de “peros” y “quizás”. Con que podamos seguir
colocando nuestra carne y vendiendo el “yuyito milagroso” (soja), alcanza y
sobra.
Como en el Titánic, vemos que el iceberg
se acerca (¿o somos nosotros quienes nos acercamos a él?), pero el capitán no
hace nada. Manda que la orquesta siga tocando. Y si desafina, tampoco importa.
¡Qué toque un poco más fuerte y chau Pinela!
Amigos, 2013 va a ser un año clave. Cuídense de los caballos de Troya
(léase: Tabaré Vázquez, Danilo Astor, Raúl Sendic, etc.) Con el disfraz de
cambio, nos van a querer vender más de lo mismo.
El futuro está en nuestras
manos.
¡Feliz, próspero, seguro y educado 2013!
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