En
su sesión del pasado miércoles 26, el Senado decidió pasar a Comisión, para su
estudio, el proyecto de ley sobre matrimonio igualitario, con el compromiso de
todos los partidos de someterlo a votación en el Plenario en la primera sesión
del próximo mes de abril.
Si algo tiene de anormal esta resolución
acerca del trámite del proyecto, no es ciertamente la parte que dispone su
estudio en Comisión; eso es lo que en el Parlamento se hace siempre, salvo
contadas excepciones. Lo infrecuente, lo raro, es que a ese
estudio se le fije un plazo de antemano, y no por la Comisión que tendrá a su
cargo la tarea, sino por el Plenario del cuerpo. El plazo es breve,
además, habida cuenta de que el receso dura hasta el 1º de marzo y que la
última semana de ese mes será la Semana de Turismo.
La Comisión de Constitución y
Legislación del Senado dispondrá pues de tres semanas para estudiar un proyecto
de ley de 28 artículos, que modifica disposiciones del Código Civil y del
Código de la Niñez y de la Adolescencia relativas a diversas materias de la
mayor importancia: nombre, estado civil, matrimonio, filiación, divorcio y
pensiones alimenticias entre ex cónyuges. Habrá poco tiempo para leer los antecedentes
provenientes de la Cámara de Diputados, consultar a los
juristas especializados en las materias reguladas por el proyecto, cambiar
ideas en la Comisión, informar a las respectivas bancadas y finalmente acordar,
si fuera posible hacerlo, un texto definitivo para recomendar su sanción al
Senado.
Es cierto que la Cámara de Diputados ya
estudió el proyecto, pero eso no dispensa al Senado de su deber de estudiarlo
también. Nuestro sistema es bicameral, y múltiples antecedentes demuestran que ni
aun cuando cada Cámara hace su trabajo es posible evitar gruesos errores de
técnica legislativa que luego son duramente criticados.
Las normas de cuya modificación se
trata constituyen la infraestructura jurídica de la sociedad. Son de aplicación
diaria en todos los estratos sociales y en todos los puntos del territorio
nacional. La tarea de reformarlas debe ejecutarse con el mayor cuidado y el
máximo rigor técnico, teniendo presente siempre que los cambios en algunas de
ellas pueden repercutir en muchas más. Los buenos códigos –y el Código Civil
uruguayo es un buen código, sin duda- constituyen sistemas normativos; cada
disposición se conecta con las demás, de manera que el sentido de cada una solo
acaba de revelarse –y comprenderse- cuando se la ha considerado en el contexto
íntegro del que forma parte.
De lo que se trata, por lo tanto, no es
solo de formarse opinión acerca de la posibilidad de que puedan contraer
matrimonio dos personas del mismo sexo, como si quien hubiera llegado a una
conclusión a ese respecto estuviese por ello, automáticamente, en condiciones
de votar el proyecto de ley. Admitida la idea inicial, hay que estudiar su
impacto en el Derecho de Familia para regularlo de la mejor manera posible, lo
que en ciertos puntos puede llegar a constituir todo un desafío a la técnica
jurídica.
Hubiese constituido
un acto de grave irresponsabilidad, el haber sancionado el proyecto de ley
sobre matrimonio igualitario en la sesión del miércoles pasado, sin estudio previo
en Comisión y cuando algunos senadores ni siquiera habían tenido el proyecto en
sus manos hasta el momento mismo en que ingresaron a Sala. Solo el interés
político del Frente Amplio por tener logros que
exhibir a sus partidarios, al cabo de un año difícil para el oficialismo, puede explicar
que el punto se haya incluido –de manera inconsulta- en el orden del día de
aquella sesión. Felizmente, a último momento predominaron el respeto por
los demás y la sensatez, y la mayoría accedió a pasar el asunto a Comisión,
para votarlo en abril como dijimos.
Esta decisión, que no se aparta de la
normalidad del trámite parlamentario sino que la restablece, despertó insólitas
reacciones entre los grupos interesados en la rápida sanción de la ley. Algunos
de quienes dicen representar a minorías que reclaman de los demás respeto y
reconocimiento, desconocieron el derecho y el deber de los legisladores de
estudiar debidamente los asuntos por cuyo correcto tratamiento son responsables
ante la ciudadanía y llegaron a formular comentarios insultantes e incluso
amenazadores.
Tamañas reacciones no se justifican. El
tema en consideración –la institución del matrimonio, nada menos- es
importantísimo, sin duda, y precisamente por serlo no requiere tratamiento
urgente, sino consideración cuidadosa y bien meditada. La impaciencia y la
impertinencia de unos pocos, no pueden apartar a los legisladores de su
elemental deber de tratar de hacer las cosas de la mejor manera posible.
Con el compromiso de seguir trabajando
según ese criterio –y no al grito de la tribuna, me despido de los amables
lectores hasta el próximo mes de febrero y les deseo a todos un feliz Año
Nuevo.
(*) Abogado. Senador de la República
(Vamos Uruguay – Partido Colorado)
No hay comentarios:
Publicar un comentario