El Semanario Reconquista recogió varias veces en los últimos años artículos de mi factura, en relación al gas de esquisto llamado también FRACKING o SHALE GAS. Los artículos anunciaban el desarrollo de este tipo de técnica asociada a la obtención principalmente de gas natural pero también de petróleo liviano pues los nuevos químicos y los materiales necesarios para las operaciones de campo durante la extracción resultaban muy convenientes desde el punto de vista económico luego de décadas de avance tecnológico.
Ahora asistimos a una verdadera
revolución debido a este tipo de explotación de hidrocarburos que cambia la
matriz energética de algunos países, pero sobre todo trastorna al mercado de
productos primarios energéticos en el mundo.
Los dos mayores países compradores de
hidrocarburos en el mundo son CHINA y EEUU, debido a esta revolución del
FRACKING GAS, uno de ellos pronto desaparecerá del mercado provocando
seguramente consecuencias muy importantes en el mercado.
Existen hoy día 137 formaciones de
esquisto productivas en 41 países en el mundo fuera de los EEUU. Estas
formaciones representan nada menos que el 10% del petróleo disponible y 32% de
las reservas de gas natural en juego.
La mitad de estas reservas de FRACKING
GAS están concentradas en Rusia, China y ARGENTINA. Si, leyó bien ARGENTINA,
nuestro vecino tiene el tercer lugar en el mundo en materia de reservas según
organizaciones internacionales de prospección petrolera.
La experiencia demuestra que las
reservas energéticas siempre terminan siendo explotadas por una u otra causa,
todas ellas económicas. Por lo tanto los gasoductos construidos durante las
administraciones coloradas serán otra vez de gran importancia para nuestro país
pues estaremos conectados nuevamente al gas más barato del mundo como fue el
caso cuando fueron construidos.
Por aquel entonces, Argentina producía
el gas natural más barato del mundo en grandes cantidades y lo facturaba
cumpliendo las reglas del Mercosur, o sea, al mismo precio que se vendía a sus
habitantes.
Es de esperar que cuando nuestro vecino
resuelva sus problemas de seguridad jurídica, los inversores internacionales
afluyan en tropel generando una riqueza más a ese ya rico país del Atlántico
Sur.
La pregunta del billón de dólares (que
es lo que vale la regasificadora) consiste en saber cuánto tiempo le tomará a
nuestro país hermano llegar a producir este cambio y si ese lapso será
suficiente para repagar o justificar dicha obra.
(*) Ingeniero. Ex Director de Energía
del gobierno del Dr. Jorge Batlle (2000-2005)
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