¿Cómo
es la voz de Henrique Capriles?, me preguntó hace unos días un vecino. No supe
decirle si era aflautada o firme, suave o enérgica, pues los medios de difusión
cubanos evitan transmitirla. En su lugar, sólo hemos tenido la posibilidad de
escuchar la gritería agitada de Hugo Chávez, los ataques verbales que lanzó a
su joven contrincante durante la campaña presidencial. Así que esta mañana
hemos visto al mandatario, que lleva ya 13 años en el poder, celebrando su
nuevo triunfo electoral. Está claro que un nuevo sexenio para él es también una
garantía de sobrevivencia para el gobierno de La Habana.
El gobierno de Raúl
Castro se jugó demasiado en los comicios de este 7 de octubre. Pudo haber
perdido el apoyo imprescindible de su aliado más dadivoso. El subsidio
venezolano le ha permitido al General Presidente implementar, con suma tibieza
y lentitud, cambios que se reducen a la esfera económica. Pero este tipo de
dependencia, una vez que se establece, termina convirtiéndose en una situación
crónica. Ni la entrega de tierras en usufructo ni la ampliación de licencias a
los cuentapropistas han logrado que Cuba dé sus primeros pasos en dirección de
la autonomía material o de la soberanía financiera. Más que una coyuntura, la
necesidad de manutención desde el exterior es parte medular del castrismo,
fruto directo de su incapacidad para gestionar acertadamente la economía
nacional. No olvidemos la voluminosa renta enviada desde el Kremlin… ahora
sustituido por Miraflores. Otra vez a la Plaza de la Revolución le han vuelto a
firmar un cheque en blanco, por seis años más.
El 54% de los
venezolanos ha ratificado a Hugo Chávez como líder del país, el raulismo tiene
entonces un respiro. Pero la elevada polarización en que ha quedado sumida la
patria de Bolívar hará más difícil sostener públicamente la manutención de
Cuba. Al gobierno de La Habana se le avecinan meses complicados. La de
Venezuela ha sido la primera de un ciclo de tres elecciones que influirán en
mayor o menor medida sobre nuestra vida nacional. Las presidenciales en Estados
Unidos se ubican inmediatamente después en la lista de procesos electorales que
nos aguardan. Mitt Romney ha anunciado mano dura con las autoridades de la
Isla, pero Barack Obama también puede resultar muy corrosivo para el sistema
cubano si profundiza su política de acercamientos familiares, académicos y
culturales.
El primer mandato de
cinco años de Raúl Castro concluirá en febrero de 2013. Pocos apuestan a que
piense retirarse del cargo para dar paso a una figura más joven. Esas
elecciones, las terceras que nos aguardan en los próximos meses, son también
las últimas en importancia y en expectativas generadas. Ya han comenzado con el
proceso de nominación de delegados del Poder Popular y concluirán en la
obediente Asamblea Nacional, que aprobará la candidatura para el Consejo de
Estado. Si en las urnas venezolanas se ha decidido un subsidio de miles de
millones y en las boletas norteamericanas está en juego la relación de esta
Isla con el poderoso vecino del Norte, los comicios cubanos huelen a jugada
cantada de antemano. Ni siquiera hace falta hacer encuestas, ni sondeos sobre
la intención de votos. No hay posibilidad alguna de sorpresas.
(*) Bloguera cubana
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