En su audición radial de los días jueves, el
presidente Mujica volvió a emprenderla contra la oposición. Según él, las
críticas opositoras son venenosas, siembran cizaña y lesionan ese “nosotros”
común a los uruguayos todos, que debiera estar por encima del debate político.
La referencia al “nosotros” acaparó la mayor parte del discurso del
presidente. En el tono calmo, sosegado y sentencioso propio de un hombre que
está cerca de los ochenta años, Mujica se explayó acerca de que las
inevitables diferencias existentes entre los uruguayos, no deberían hacernos
insensibles a lo que nos es común, a lo que nos une y tendríamos que saber
situar por encima de lo que nos separa.
Nada más normal que un presidente reclamando a sus conciudadanos que
actúen con sentido de la unidad nacional, podría pensarse. Lo que pasa es que
todos sabemos que Mujica cambia el tono de sus discursos con gran
facilidad. El jueves sonaba como el viejo sabio de la tribu, llamando a
los jóvenes a la calma, pero en cualquier momento puede desenfundar el “no sea
nabo”, o poner fuera de combate a un periodista bisoño, preguntándole a quién
le está haciendo el mandado…Tanta versatilidad puede darle ventajas tácticas al
luchador político, pero le quita credibilidad al estadista.
El reproche a la oposición no se justifica. El Frente Amplio recorrió el
camino al gobierno criticando a los partidos tradicionales en términos
muchísimo más duros que los que éstos emplean hoy, aún a propósito de temas tan
polémicos como el de Pluna.
Ya en 1971 el Frente se presentaba ante la ciudadanía como la
alternativa de los “orientales honestos”; desde entonces, el núcleo duro de sus
dirigentes y militantes nunca dejó de sentirse dueño de la verdad y la virtud.
Si de cizaña hablamos, pues, el presidente está confundiendo el tiempo de la
siembra con el de la cosecha.
Pero no vale la pena perder tiempo en este cruce de acusaciones que
forma parte de la gimnasia política cotidiana en las sociedades democráticas.
Lo que no debe perderse de vista, porque esto sí es importante, es
que el gobierno tiene mayoría parlamentaria propia. No necesita de la oposición
para aprobar leyes, ni para que los ministros se mantengan en sus cargos; la
ciudadanía le dio al Frente Amplio una herramienta formidable para asegurar la
gobernabilidad, y el Frente es el único responsable por el buen o mal uso que
haga de ella.
Además, el gobierno del Frente Amplio cuenta con el explícito respaldo
del PIT-CNT, independientemente de esporádicas críticas o reclamos. Juan
Castillo pasando con toda naturalidad de la cúpula sindical a la cúpula del
partido de gobierno, es la imagen misma de lo que estamos señalando. Tampoco
desde el frente social, pues, se plantea amenaza alguna para la gobernabilidad.
En suma: si hay algo que el presidente de la república no puede decir,
es que la oposición no lo deja gobernar. Las restricciones se las impone su
propia fuerza política, como él mismo lo reconoció cuando dijo que en la
educación no puede hacer lo que cree necesario porque “en el Frente no me lo
llevan”.
Lo que la oposición sí puede y debe hacer es criticar; esta es una
función democráticamente indispensable. La salud de las instituciones necesita
que la oposición haga su trabajo, que pregunte, que desconfíe y que vuelva a
preguntar, como lo hace también la prensa independiente.
¿Qué la oposición molesta? ¿Que la crítica duele? ¡Chocolate por la
noticia! Así es la democracia.
Que la polvareda del debate político, empero, no impida ver lo
importante: el gobierno tiene todas las herramientas necesarias para gobernar.
Si no lo hace, o si no lo hace bien, suya y sólo suya es la
responsabilidad.
(*)
Abogado. Senador de la República (Vamos Uruguay – Partido Colorado)
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