Por
Fitzgerald Cantero Piali (*)
En
esta sociedad posmoderna, líquida o del espectáculo –según a quién leamos-
tienen vigencia absoluta los versos de Enrique Santos Discépolo y su
Cambalache. Pero no es nada nuevo, piénsese que esas estrofas tienen 78años. Y
“...siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafados...”. Que ello haya sido
así, no quiere decir que deba seguir siéndolo.
De tanto en tanto, y cada vez más
seguido, vemos elementos que nos recuerdan el cambalache en el que estamos
inmersos.
Esto fue lo que ocurrió hace unos días
cuando regresó a nuestro país el denominado “ladrón del siglo”.
Los medios de comunicación tienen la
libertad de cubrir los eventos que quieran y darle los minutos que quieran a
quienes se les antoje. Defiendo esa libertad. Así como defiendo la libertad
delos espectadores, de ver los programas que deseen.
Sin embargo, prefiero que se les de
mayores espacios a ejemplos positivos de la sociedad: deportistas que con
enorme esfuerzo desarrollan su actividad; jóvenes que estudian y trabajan;
obreros que se “levantan sin chistar”; madres que crían a sus hijos y mantienen
una familia; y tanto buenos ejemplos que por suerte abundan en nuestra
sociedad.
Pero poco importan mis preferencias.
Debemos tener en cuenta que otros
valores se han impuesto en los últimos años. Veamos el sector político. Desde
el poder se educa, se imparten mensajes y se dan ejemplos. Los actos de
gobierno -en la cabeza del Ejecutivo- no se remiten solamente a firmar
decretos. En lo que se dice, en cómo se dice, en las formas, en la vestimenta,
hay una carga simbólica que expresa actitudes de gobierno.
El actual presidente de la República,
por su historia de vida y por sus actitudes del presente, es un ejemplo que
hablando mal, prepoteando e insultando, se puede llegar a lo más alto. Y es un
ejemplo equivocado.
No alcanza este espacio para enumerar
las mil y una afirmaciones de José Mujica, que demuestran lo que sostengo. Pero
usted las conoce.
Tenemos que desterrar de nuestra
idiosincrasia, la viveza criolla, la ventajita, creerse el vivo, haciendo cosas
que perjudican a terceros. El desprecio por el otro, nunca puede ser un valor
en una sociedad civilizada.
Un delincuente puede ser ejemplo,
cuando reconoce su error, demuestra arrepentimiento y exhorta a sus pares a no
ir por su mismo camino.
No puede ser ejemplo de nada, quien no
sólo no se arrepiente de lo que hizo, sino que siente orgullo de ello y afirma
que el castigo que recibió, fue porque lo agarraron por no ser ligero. Pero de
expresar error en su decisión delictiva, nada.
Este episodio, desembocó en las quejas
del ministro Eduardo Bonomi para con el sistema argentino, de liberar presos
antes de cumplir sus condenas. Lo mismo que hizo Tabaré Vázquez y José Díaz en
el gobierno anterior. Ese es otro mal ejemplo para la sociedad, además de
atentar contra su seguridad. No olvidemos que Bonomi integraba el gabinete de
Vázquez.
De aprobarse en el senado la rendición
de cuentas, Bonomi, además, podrá disponer quién puede salir a trabajar de un
centro de reclusión y quién no, facultad que tiene el Poder Judicial hasta
ahora.
Con la liberación de presos, con la
carga tributaria para quienes más trabajan, con los beneficios sin
contrapartida para quienes no trabajan, con las anteojeras ideológicas para no
penalizar como corresponde a quienes cometen delitos violentos, con la
persecución a profesionales (escribanos, economistas, abogado, médicos...) el
Frente Amplio está inmortalizando las últimas estrofas de Cambalache: “Es lo
mismo el que labura/ noche y día como un buey/ que el que vive de los otros/
que el que mata que el que cura/ o está fuera de la ley”.
No es ese el Uruguay que quiero. El
Uruguay que quiero, es en el que se cumpla la máxima de José Martí: “el éxito
es de los que se sacrifican”.
(*) Representante Nacional.
Publicado en Voces, jueves 12 de
setiembre de 2013
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