Cuarenta años
nos separan del golpe de Estado de 1973. Cuarenta años de historias maniqueas, de mentiras oficiales y verdades hemipléjicas, de lobos
disfrazados de corderitos, de pactos no tan secretos, de familias quebradas y de
reclamos de justicia con olor a venganza.
Si el tiempo se midiera en relación a nuestra capacidad de
aprendizaje, tengo la sensación de que en estos años no aprendimos demasiado.
No aprendimos que la vida puede valer poco o quizás nada, pero nada vale una vida.
No aprendimos que secuestrar, torturar,
asesinar y desaparecer personas, no importa a qué partido, organización o
colectivo pertenezcan, es siempre un crimen horrendo y repudiable.
No aprendimos que la defensa de los derechos
humanos no es patrimonio de algunos sino deber de
todos.
No aprendimos a buscar la verdad en los
hechos sino a aceptar como ciertos relatos parciales, subjetivos, engañosos, y
en ocasiones abiertamente mentirosos.
No aprendimos que muchos de los que ahora dicen haber defendido la
democracia fueron los primeros en tomar las armas contra ella, y quienes voltearon las
instituciones con el pretexto de querer salvarlas, fueron quienes terminaron destruyéndolas.
No aprendimos a valorar el coraje de quienes realmente
se jugaron la camiseta en su momento, defendiendo la democracia aun a riesgo de sus vidas y la seguridad de sus seres queridos.
No aprendimos que la democracia no se pierde
de golpe sino a los golpes, a veces casi sin darnos cuenta, acostumbrándonos a
desconfiar del otro, viéndolo como enemigo, creyéndonos dueños de la verdad,
descartando la posibilidad del diálogo.
No aprendimos que las leyes son para todos, que los pronunciamientos populares son sagrados y que los fallos judiciales pueden gustarnos o no, pero
deben ser respetados a rajatabla.
No, no aprendimos demasiado, y eso me
preocupa. Me
preocupa que podamos tropezarnos o hacer tropezar a las nuevas generaciones con las piedras que quedaron esparcidas en el
camino.
Cuarenta años parece mucho tiempo, pero no lo
es.
Cuarenta años separaban a los uruguayos de
1973 del
golpe de Estado de 1933. Sí, apenas cuarenta años, y ya ven lo que pasó...