La relación que le convenga tener a Uruguay con la Alianza del
Pacífico (acuerdo comercial que reúne a México, Perú, Colombia y Chile) es un
nuevo motivo de controversias en el seno del gobierno. Mientras el
vicepresidente Astori se manifestó enfáticamente a favor de una mayor
aproximación a ese grupo de economías pujantes y abiertas, vinculadas entre sí
por tratados de libre comercio, desde el Ministerio de Relaciones Exteriores ya
le señalaron que Uruguay, actuando
por su cuenta, no podría constituirse en parte de ese acuerdo, porque no lo
permiten las normas del Mercosur.
No parece que el gobierno
del Frente Amplio pueda adoptar decisiones de importancia en este campo. La
interna oficialista ya está demasiado agitada con disputas
fiscales y tributarias, como para agregarle controversias de política exterior.
Tabaré Vázquez, que ejercía un liderazgo más fuerte que el de Mujica, no pudo
convencer a “la fuerza política” de las bondades de un TLC con los Estados
Unidos, que tanto él como Astori querían
celebrar. Aunque quisiera (y no está claro que quiera), Mujica tampoco podría
superar las resistencias políticas y sindicales a cualquier acercamiento real
–no meramente retórico- a la Alianza del Pacífico. Una vez más, pues, las
declaraciones de intención del vicepresidente Astori tendrán valor meramente
testimonial.
A los que no somos
exportadores, ni especialistas en temas de comercio internacional, la idea de
dejar las cosas como están en ese campo puede
resultarnos atractiva; por lo menos, a primera vista. En efecto; las
exportaciones uruguayas han crecido casi sin interrupciones en los últimos
años, y su valor total pronto superará los diez mil millones de dólares.
Vendemos nuestra producción a más de cien países. ¿Por qué preocuparnos,
entonces? A
menudo leemos o escuchamos que algunos de nuestros compradores del exterior
hacen pedidos que no podemos satisfacer,
porque exceden largamente nuestra capacidad de producción. ¿Por qué, pues,
necesitamos nuevos acuerdos comerciales? ¿Los necesitamos realmente?
Para responder a estas
preguntas, hay que empezar por recordar que nuestras ventas al Mercosur
representan aproximadamente la tercera parte de nuestras exportaciones de
bienes. Visto del otro lado: las dos terceras partes de nuestra producción
exportable se colocan fuera del Mercosur.
Cuando los exportadores
uruguayos salen a vender sus mercancías compiten,
obviamente, con exportadores de otros países. En la competencia, incide el
precio; no es el único elemento a considerar, pero sin duda es muy importante.
El precio, a su vez, resulta determinado por varios factores, uno de los cuales
es el arancel que debe pagar el producto para ingresar al mercado extranjero.
Poco importa que el empresario uruguayo logre producir a precios competitivos,
si al pasar por la aduana del mercado extranjero al que quiere ingresar, su
mercancía resulta gravada por un alto arancel. Y si el empresario de otra
nacionalidad que compite con el uruguayo, se libra de pagar aranceles porque su
país tiene un acuerdo de libre comercio con el país importador, está claro que
el empresario uruguayo quedará, en lo que al precio se refiere, fuera de toda
posibilidad real de competir.
Celebramos haber obtenido
las habilitaciones sanitarias necesarias para que la carne uruguaya se venda en
Corea del Sur. Pero ahora que el “producto estrella” del Uruguay puede entrar a
ese mercado, se encontrará con que tiene que competir con las carnes
estadounidenses, entre otras. Y bien: nuestra carne paga aranceles para entrar
a Corea, pero la carne
estadounidense no, porque Corea y los Estados Unidos están vinculados por un
tratado de libre comercio (TLC). Corea del Sur quiso celebrar un TLC con el
Mercosur, pero la oposición argentina lo impidió. En conclusión: pese a la
habilitación sanitaria (todo un logro) nos va a costar mucho vender carne en
Corea. Y lo mismo nos va a pasar, con otros países y con otros productos, si
nosotros tenemos que pagar aranceles y nuestros competidores no.
Una de las funciones que
debía cumplir el Mercosur era la de servir de plataforma para la celebración de
acuerdos comerciales con otros bloques y países. Desgraciadamente, esta función
no se cumplió. Veintidós años después del Tratado de Asunción, el Mercosur sólo
celebró acuerdos de libre comercio con Israel, Egipto y el Estado Palestino.
Mientras tanto, el
fracaso de la Ronda Doha de la OMC hizo que en el mundo florecieran los
acuerdos de libre comercio, entre bloques y entre estados; en los últimos diez
años han de haberse celebrado más de trescientos.
A la luz de estos hechos,
se ve con claridad que Uruguay no debe conformarse con el actual estado de
cosas. Si no llegamos a acuerdos con ese mundo extra Mercosur donde vendemos
las dos terceras partes de nuestra oferta exportable, día a día iremos perdiendo
mercados frente a los competidores provenientes de países que sí cuentan con
cláusulas de libre comercio a su favor.
El gobierno de Mujica ya
no tiene capacidad política para avanzar significativamente en estos temas. Por
eso mismo, a partir de marzo del 2015 la inserción comercial internacional del
país tendrá que ser una de las prioridades del nuevo gobierno.
(*) Abogado. Senador de
la República (Vamos Uruguay – Partido Colorado)
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