Los políticos sufrimos el mismo
mal que la Reina del cuento de Blancanieves: tenemos una irresistible inclinación
a la comparación.
El “con nosotros se vivía mejor”, el “yo hice
esto y tú no”, el “Aeropuerto se construyó pese a tu oposición”, “mi modelo
bajó la pobreza”, “yo enfrenté la crisis y salía delante”, resurgen una y otra
vez en el espejo y el debate político.
En esas controversias, con poca autocrítica y
mucha autocomplacencia, defendemos lo mucho o lo poco que nuestro Partido o
nosotros hicimos.
Esto aumenta a medida que se acerca el tiempo
electoral.
Pero ¿cómo comparar gestiones, resultados,
modelos que ocurren en distintos momentos, tiempos, situaciones internas e
internacionales?
“El viento de cola de los últimos tiempos, el
aumento del valor de los commodities que exportamos son situaciones favorables
que no existían en el 2002 cuando sufríamos los coletazos de la devaluación
brasileña y la crisis Argentina”, afirmamos nosotros.
“El viento de cola hace tiempo que terminó”,
afirman ellos y todos nos enfrascamos en discusiones narcisistas.
En un reciente artículo publicado en el ABC de
Madrid (ABC.es), Guy Sorman señala las dificultades que existen para comparar
modelos y sobre todo experiencias políticas contradictorias precisamente porque
ocurren en momentos y circunstancias distintas.
Señala, sin embargo, que la Historia produce, a
veces, la posibilidad de comparar.
Ejemplo de ello son las dos Alemanias cuya
coexistencia temporal permitió comparar los resultados, virtudes y defectos de
las economías liberal y socialista. También sirvieron para comparar la libertad
de un lado del muro y del otro.
Otro ejemplo, actual, es el de las dos Coreas.
Una de economía abierta y otra de economía autárquica, con resultados por todos
conocidos.
Sorman señala esto a raíz de un viaje reciente
que hizo de Buenos Aires a Santiago de Chile.
Para él fue pasar de un país (Argentina) que se
está desglobalizando y retrocede, a otro (Chile) que se abre y crece.
“La cordillera separa, cada vez más, dos
visiones de continente” concluye severamente, y agrega: parte de América del
sur se desglobaliza y se desdemocratiza (en alusión a lo que sucede en
Venezuela y Argentina).
Volviendo a las comparaciones, en estos tiempos
tenemos la posibilidad de hacerlas en el Uruguay en la Educación media. En las
zonas de contexto crítico comenzaron a surgir propuestas de liceos públicos
pero de gestión privada.
Instituciones de enseñanza que trabajan en la
misma zona obtienen resultados totalmente distintos.
Ante esa evidencia, algunos pensamos que es
necesario repicar esas experiencias, aumentarlas, apoyarlas e incentivarlas.
Esta no es una cuestión partidaria, ideológica o
electoral. Es una propuesta fundada en datos comprobados y realidades elogiadas
por personas de todos los partidos.
Lograr que existan cien nuevos liceos de ese
tipo, inspirados en la misma filosofía que los Centros CAIF o los Programas
PAC, es un desafío de todo el país.
Si en el mismo tiempo y en el mismo lugar, hemos
podido comparar propuestas y una obtiene resultados tan positivos, ¿cómo no ir
por ese camino?
Salvo que concluyamos como lo hacía Pascal,
citado por Sorman, que existe una verdad de un lado de los Pirineos y otra del
otro.
Pero si no es así los errores y la falta de
acción los pagarán los jóvenes que no pueden acceder a una buena educación.
Mientras ello sucede, nosotros los políticos
seguiremos mirándonos en el espejo enroscados en ese torneo de amor propio
consistente en preguntarle quien lo hizo mejor.
(*) Abogado. Senador de la República. Líder de
Vamos Uruguay – Partido Colorado.
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