Leo en El Observador de hoy,
viernes 7, que a juicio del Jefe de Policía de Montevideo el operativo policial
del martes pasado, desplegado en el centro de la ciudad en previsión de
eventuales desbordes tras los sucesos deportivos de ese día, fue “correcto”.
Lamento no poder compartir la apreciación del
Sr. Layera.
Daños en el Palacio Piria y Palacio de los
Tribunales cuya reparación insumirá unos 30 mil dólares; un kiosko incendiado;
un comercio saqueado en 18 y Vázquez, 29 locales comerciales dañados, 22
funcionarios policiales heridos; con estos resultados a la vista, no se
entiende cómo puede considerarse satisfactoria la actuación policial.
No hubo sorpresas. Según la información de
prensa (El País, jueves 6), 430 efectivos fueron afectados al operativo en
cuestión; 64 de ellos fueron desplegados en torno al edificio de la Suprema
Corte de Justicia, que estaba protegido además por un vallado.
Quiere decir pues que la Policía previó la
posibilidad de que se produjeran incidentes, y tomó las providencias que
consideró adecuadas. Lo que pasó fue que las medidas preventivas resultaron
insuficientes. Los delincuentes no sólo apedrearon a los edificios judiciales y
a los mismos policías que los custodiaban, sino que además lograron penetrar en
el Palacio de los Tribunales y sustraer de allí dos monitores de computadora.
Si no se pudo evitar siquiera la invasión de dicho edificio, es evidente que el
operativo fracasó.
El fracaso pudo deberse a distintas causas: insuficiente
cantidad de efectivos, falta de equipos adecuados para actuar en esas
circunstancias, errores de criterio en la conducción de la fuerza, u otras. Yo
no me considero capacitado para opinar respecto de lo que son, evidentemente,
cuestiones de técnica policial; pero me bastan la apreciación de los
lamentables resultados de la jornada y el sentido común, para llegar a la
conclusión opuesta a la que proclama el Jefe de Policía de Montevideo.
Un aspecto del asunto que me llama la atención,
es que no se ha informado de la existencia de lesionados entre los vándalos. Si
22 policías resultaron heridos, fue porque hubo choques entre ellos y sus
atacantes. ¿Cómo se entiende que de esos choques sólo resultaran lastimados los
funcionarios policiales? O la información de prensa es incompleta, o hay que
suponer que a los policías les dieron orden de aguantar lo que viniera, sin
repeler la agresión.
Hubo decenas de detenidos, pero ni un solo
procesado; el Juez actuante comentó que no había pruebas que permitieran
imputar hechos concretos a nadie. De nuevo, es sorprendente que habiéndose
hurtado mercadería de varios comercios, nadie haya sido detenido llevando
encima el producto del delito, lo que hubiese sido más que suficiente para
procesar. No entendemos tampoco que de los testimonios de los funcionarios
actuantes no surjan imputaciones concretas contra algunos, siquiera, de los
detenidos; siempre hay cabecillas que imparten órdenes, audaces que actúan
antes que los demás, líderes que marchan adelante y guían al resto; ¿los
policías no fueron capaces de identificar a ninguna de estas figuras, clásicas
en este tipo de episodios? ¿O el Juez entendió que los testimonios de los
funcionarios policiales no son “elementos de convicción suficientes” para
disponer por lo menos la iniciación de un sumario?
Planea sobre todo el asunto la sospecha de que
no se quiere reprimir, es decir, usar efectivamente la fuerza pública, ni
siquiera contra quienes alteran gravemente el orden, causando lesiones a las
personas y daños a las propiedades. Probablemente, una sola foto de un policía
golpeando a un pretendido manifestante hubiera hecho que algunos sectores
denunciaran automáticamente la “brutalidad policial”, como si el uso de la
fuerza pública fuera ilegítimo de por sí, en vez de ser la “última ratio” del
Estado contra quienes violan la ley y atentan contra la convivencia pacífica.
Se entiende que el gobierno del Frente Amplio no
quiera exponerse a esas críticas, que el propio Frente lanzaba sin vacilaciones
cuando en el gobierno estaba alguno de los partidos tradicionales. Pero quienes
tienen hoy la responsabilidad de gobernar deben hacerse cargo de los deberes
consiguientes, aunque ello les valga la censura de algunos sectores de su
propia parcialidad.
Es inaceptable que una pandilla de forajidos se
lance por las calles del centro de Montevideo a romper y robar cuanto encuentre
a su paso, sin que la Policía contenga sus desmanes y los someta a la Justicia,
con las pruebas pertinentes, para hacer efectiva su responsabilidad.
Y si el malón se produce, que no se diga que “el
operativo policial fue correcto”; lo primero que hay que hacer, para resolver
un problema, es reconocer que existe.
(*) Abogado. Senador de la República (Vamos Uruguay-Partido Colorado)
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