Casi a punto de finalizar su vuelta al
mundo, nuestro Sebastián Elcano puede sentirse satisfecho. Consiguió, con
creces, lo que fue a buscar. ¿Inversiones? ¿Acuerdos comerciales? ¿Alianzas
estratégicas? No. Nada de eso. Notoriedad. Eso que los artistas trashumantes
denominan: prensa.
Desde
que asumió la presidencia, sus viajes al exterior se convirtieron en verdaderas
giras de (auto) promoción. Presentaciones en teatros y centros culturales,
matizadas, de vez en cuando, por algún encuentro oficial en el que, con más
gracia que ingenio, suele llamar la atención por sus neologismos, su peculiar
atuendo a contramano de los usos y costumbres de la alta política o sus
proverbiales metidas de pata. ¿Hace falta recordar el paquetito “olvidado”
detrás de una cortina en las oficinas del Primer Ministro de Suecia? ¿O el inesperado
encierro que vivió en un ascensor de Oslo junto a varios de sus colaboradores
por no advertir que el espacio era reducido? ¿O el uso de una chaqueta del
ejército venezolano en un encuentro de presidentes en aquel país? ¿O su
referencia a las ciudadanas peruanas que se dedican al servicio doméstico en
nuestro país que tienen fama, según él, de ser “muy buenas, honradas y
dóciles”? Supongo que no…
En
fin, en este último raid mediático por Europa y Asia, nuestro presidente obtuvo
lo que ningún otro presidente uruguayo ha logrado hasta el momento: una tapa
del diario El País de Madrid.
Y
no sólo eso. Consiguió, incluso, que la bellísima María Casado, periodista
estrella de los soporíferos Desayunos de TVE, le hiciera una nota “a
domicilio”. Privilegio reservado tan sólo para un puñado de elegidos. Figuritas
difíciles que visitan España de rebote. O, como escala protocolar, rumbo a
Francia o a Alemania. Pero sabemos que las cosas cambiaron y España ya no es la
de antes. Ya no recibe visitas importantes. A un paso de caerse de Europa, la
decadencia de la Madre Patria es total. Ahora privilegian a los
"frikis". Cualquier personaje pintoresco, exótico o extravagante
sirve para llamar la atención. Sea desde el humor o desde el grotesco.
En
tiempos de líderes descartables y estadistas de cabotaje, los españoles
rastrillan las mesas de oferta en busca de ejemplos baratos y de fácil
digestión. Referentes que sean a la política, lo mismo que Coelho a la
Literatura.
Para
eso, ¿qué mejor que la remota América?
Sin
reparar en el mayúsculo despropósito que entraña abrazar el realismo mágico de
esta orilla del Atlántico, obsequian tapas de diarios, entrevistas televisivas,
condecoraciones insólitas. Se dejan seducir con el verso de la pobreza
impostada para cachetear a sus monarcas venidos a menos y a sus gobernantes
sumergidos en la intrascendencia.
Y
sin economizar levadura, elevan a nuestro entrañable Pepe a la condición de
“referente de la izquierda latinoamericana”; lo consultan sobre Argentina,
Colombia, Venezuela, etc., como si su opinión tuviera algún peso. O supiera de
lo que habla. Le levantan centros. Le doran la píldora.
Confieso
que la imagen de nuestro presidente adherido a un mate en la portada de El País
de Madrid me impactó. No sólo porque refleja nuestro subdesarrollo sino también
el de ellos.
Ahora
son los españoles los que compran espejitos de colores y los exhiben como
"modelos".
No
hay dudas: Colón tenía razón. ¡El mundo es redondo!
Me
quiero bajar, ¿puedo?
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