Don Frutos Rivera |
Por Conrado Rodríguez Merlo
Un día como ayer (13 de enero) pero de 1854 fallecía el Gran Caudillo Oriental, héroe de la independencia nacional y forjador de un linaje único.
Fructuoso Rivera, o simplemente Don Frutos –como lo llamaban-, nació un 17 o 27 de octubre de 1784 (o 1788 –no se sabe con exactitud-) a la vida, pero tuvo su bautismo de gloria en aquél tumultuoso 1811 cuando se juntó a las huestes revolucionarias de Venancio Benavides y posteriormente a las conducidas por el liderazgo de José Artigas.
Estuvo en Colla, en la toma de San José, en la batalla de Las Piedras donde por su heroico desempeño Artigas le otorgará el grado de Capitán, estuvo en Arroyo Seco, en la victoria del Cerrito. Es el hombre de confianza del General, quien lo supo titular “nuestro valiente y generoso Rivera”.
Participa de forma decisiva en Guayabos en 1815, convirtiéndose en el principal Lugarteniente de Artigas. Con 1825 viene la Cruzada Libertadora y el abrazo del Monzón. Rincón como primer hito removedor hacia la libertad, lo tuvo como su protagonista excluyente. Los campos de Sarandí presenciaron el vuelco a favor de las tropas libertadoras con la decisiva participación de Don Frutos que inclinaría definitivamente la balanza. Es en la Misiones donde despliega todas sus dotes de estadista y de gran estratega. Su conquista en territorio hoy brasileño le valió contar con el principal elemento negociador, para que finalmente un 27 de agosto de 1828 se reconociera la Independencia Oriental.
No era ésta la creación artificial de un nuevo Estado con su concomitante reconocimiento internacional decidido por intereses foráneos, muy por el contrario era el reconocimiento a la verdadera voluntad del Pueblo Oriental forjada a lo largo de 17 años de intensas luchas, en que la Nación va tomando forma, y en donde la vocación por la autonomía Oriental había definitivamente vencido.
Su rol decisivo en la gesta emancipadora le valdrá un prestigio de indudable fortaleza que lo llevará finalmente a la Presidencia de la República. Jurada ya la Constitución de la República en 1830, un 24 de Octubre Fructuoso se convertirá en el Primer Presidente de la historia del Uruguay en un momento muy difícil para nuestra incipiente Nación devastada por la guerra.
En 1838 será Presidente nuevamente, y defenderá a capa y espada la soberanía nacional. Los fuegos de Cagancha indicarán la inconmovible voluntad de ese hombre a la hora de defender a su patria ante el ataque del invasor extranjero, encarnado en el tirano y Dictador Juan Manuel de Rosas.
Ocurrida la Guerra Grande, y ya en el exilio, la República necesitaba de un hombre fuerte que concitara la adhesión de los líderes de la hora y de su pueblo, es así como Melchor Pacheco Obes propicia la designación de un triunvirato formado por Flores, Lavalleja y Rivera.
El azar de la vida no permitió que los dos compadres (Rivera y Lavalleja)- que tantos desencuentros tuvieran- se pudieran confundir en un abrazo fraternal en persona, aunque la historia atestigua que sí lo hicieron a través de su intercambio epistolar. Rivera le escribía a Lavalleja: " …yo tengo un placer la ocasión que Ud. me ha proporcionado para invitarle a que se restablezca para siempre nuestra amistad con sinceridad y buena fé…y no habrá uno solo de nuestros compatriotas que no desee vernos en un abrazo y nuestras canas se liguen a nuestra edad como tantas veces se unieron nuestras espadas triunfantes en el centro de los campos de que nacimos…"
Muere un 13 de enero de 1854 a orillas del arroyo Conventos en Cerro Largo.
La sensación de congoja y desamparo inundó el suelo oriental entre su pueblo que aclamaba por su líder.
El Gobierno declaró duelo nacional y decretó honras fúnebres en donde se mandó poner la siguiente leyenda: “EL PUEBLO ORIENTAL A SU PERPETUO DEFENSOR. SIRVIÓ A LA PATRIA 43 AÑOS, GANÓ DIFERENTES BATALLAS, CONSAGRÓ SU VIDA A LA PATRIA Y MURIÓ SIN DEJAR FORTUNA. DESEMPEÑÓ LA PRIMERA PRESIDENCIA CONSTITUCIONAL DESDE EL AÑO 1830; LA TERCERA, DESDE EL AÑO 1838. MANDÓ SIEMPRE EN JEFE LOS EJÉRCITOS DE LA REPÚBLICA Y FALLECIÓ SIENDO MIEMBRO DEL GOBIERNO PROVISORIO”.
Como todo hacedor tuvo que también sufrir la calumnia y el perjurio. Esto nunca melló su espíritu, porque su objetivo era claro y definido: La libertad del pueblo Oriental.
A pesar de esto, sus adversarios también le respetaban y reconocían su extraordinaria valía. La semblanza de Manuel Herrera y Obes -un no afín a Rivera- inmortaliza y singulariza la personalidad avasallante de Don Frutos: “Id y preguntad desde Canelones hasta Tacuarembó quién es el mejor jinete de la República, quién el mejor baqueano, quién el de más sangre fría en la pelea, quién el mejor amigo de los paisanos, quién el más generoso de todos, quién en fin el mejor patriota, a su modo de entender la patria, y os responderán todos, EL GENERAL RIVERA”.
Creó un partido político de justicia, de progreso y libertad.
Su legado más allá de banderías dejó la impronta del Caudillo por excelencia (el más popular de su tiempo), quién tuvo como norte permanente en su vida la libertad de su patria, que la defendió contra los españoles, portugueses, brasileños y porteños; portador de un coraje y un arrojo sin parangón en la historia nacional, fue sin dudas el gran estratega y gran estadista de aquellos tiempos.
Al decir del Presidente José Serrato: “Hay empresas que no son obra de la razón ya que la exceden y la desbordan. A ese linaje pertenecía Rivera”. “Su memoria es sagrada: es la memoria de un libertador de hombres y de pueblos; de un héroe en lucha y en paz, supo vencer a sus enemigos, perdonándolos.”
Al perpetuo defensor del Pueblo Oriental, el Caudillo por excelencia, por tanto nuestro homenaje.
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