Las resoluciones recientes de la Suprema
Corte relativas a la inconstitucionalidad de las leyes, así como el traslado de
la Jueza Motta al área civil, han estado en el centro de la atención pública.
La
cuestión a analizar es muy clara. La separación de Poderes como base del
sistema democrático republicano. En un maravilloso artículo publicado por
Carlos Maggi el domingo pasado en el diario El País, él nos recuerda que el
señor Charles Louis Secondat, más conocido como Montesquieu, en una frase de
130 palabras consagró el tema central que distingue a todas las democracias,
principio que repite Artigas en las Instrucciones números 5 y 6 de 1813, habrá
tres Poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y serán independientes entre
sí.
Los
episodios vividos consagraron la majestad de la Constitución puesta en
evidencia por la Suprema Corte de Justicia.
Estos
fallos de la Suprema Corte han transmitido a todos los ciudadanos un mensaje de
tranquilidad y paz. Todos sabemos hoy que la Corte, acertada o equivocada,
actúa en forma independiente. Como debe ser. Sus fallos deben ser respetados
aún cuando discrepemos con ellos en algún caso, porque es precisamente la
independencia del Juez la que garantiza nuestras libertades. El mensaje de la
Corte fue, sepan ustedes que en el acierto o en el error somos independientes.
¡Qué
país formidable el nuestro! No es poca cosa en un mundo tan complicado saber
que tenemos jueces independientes. Todos estamos agradecidos a la Corte. Los que
están de acuerdo con sus fallos, tanto como aquellos que no lo están, porque a
todos, a unos y a otros, la Corte nos ha transmitido lo más importante:
LIBERTAD.
Muchas
veces, mucha gente con autoridad, analiza cuál es nuestra identidad. La Corte
nos ha dado la respuesta. Esta es nuestra identidad: tener jueces libres,
independientes, que respeten, cuiden y apliquen la ley.
(*)
Abogado. Ex presidente de la República (2000-2005)
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