El SEMANARIO RECONQUISTA es el órgano de prensa de la Agrupación Reconquista del Partido Colorado, fundado por Honorio Barrios Tassano y Carlos Flores. Director Prof. Gustavo Toledo.

domingo, 14 de octubre de 2012

Tiempos de secesión, tiempos de integración


Por Ope Pasquet (*)

Este año, las celebraciones del doce de octubre no encuentran a la Madre Patria en su mejor momento. La crisis económica hace estragos en la sociedad y produce, inexorablemente, conmociones políticas. Entre estas últimas, sin duda la más importante es el rebrote del independentismo catalán. Por supuesto, no es nuevo esto de que los catalanes se consideren una nación por derecho propio y pretendan darle a esa nacionalidad el correlato de un estado independiente del estado español. Pero quizás nunca antes había ocurrido que centenares de miles de personas, según las estimaciones más conservadoras, o más de dos millones de ellas según las más entusiastas, salieran a las calles el once de setiembre a celebrar la Diada (día nacional de Cataluña), agitando la “senyera” (la bandera catalana) y reclamando independencia.

Artur Más, el jefe del gobierno de Cataluña, convocó a elecciones anticipadas y planteó como cuestión central la de la independencia, por lo que quienes resulten electos tendrán un mandato explícito de sus electores al respecto. Al gobierno español, que viene de rechazar una propuesta de “pacto fiscal” formulada por Más a Mariano Rajoy en pos de mayores niveles de autonomía (Cataluña se queja de que aporta mucho y recibe poco), el asunto no le hace gracia. A quienes reclaman un referéndum para zanjar el pleito -y señalan como ejemplo el que se realizará en el Reino Unido en el año 2014, para que Escocia decida si quiere seguir formando parte de él o no- les contesta que la unidad de España es asunto de todos los españoles, y no sólo de los catalanes.

Demás está decir que los vascos siguen atentamente la discusión. No parece aventurado suponer que la crisis económica, severa como es, pasará mucho antes de que se resuelvan estas cuestiones, enraizadas en lo profundo de la historia de España y atinentes a la identidad misma de los pueblos que la habitan, así como   a la estructura del estado que  –hasta hoy al menos- comparten.     

En la vieja Europa, los pujos independentistas no se circunscriben a España y el Reino Unido. Recordemos que en 1993, tras un breve y fallido ensayo de federalismo,  Checoeslovaquia se descompuso en la República Checa y la República Eslovaca. Lo que ocurrió en la vieja Yugoslavia fue demasiado sangriento como para olvidarlo. Y en el reino de Bélgica, que se constituyó en estado independiente en la misma época en la que los orientales juramos nuestra primera constitución, las dificultades de la convivencia entre flamencos y valones han llegado últimamente a niveles  que obligan a preguntarse hasta cuándo querrán o podrán seguir juntos.

Cabe suponer que la existencia de la Unión Europea juega a favor de los pujos secesionistas. La independencia no equivale a aislamiento ni a desvalimiento internacional, si se cuenta con formar parte de una Unión que ofrece a sus miembros un gran mercado único, reglas comunes, tribunales que las hacen cumplir y fuerte capacidad negociadora en el comercio global. La Unión hace menos necesarios a los grandes estados y les hace la vida más llevadera a las pequeñas nacionalidades que quieran izar bandera propia e instalarse por su cuenta.

En América las fuerzas en auge no son las centrífugas. Es cierto que Quebec no renuncia a sus aspiraciones de independencia de Canadá y que, en Bolivia, Evo Morales debió enfrentar situaciones que pudieron haber desembocado en el desmembramiento nacional. Pero son casos excepcionales. En general, los estados nacionales gozan de buena salud. Hipotéticas amenazas a su integridad territorial, además, no serían tratadas con la civilizada madurez con la que los británicos acordaron su referéndum y los checoeslovacos su divorcio.

En la agenda del continente joven lo que está marcado no son las secesiones ni los reacomodos nacionales, sino la integración a partir de los estados hoy existentes. Que el camino es largo y cuesta arriba lo demuestra la historia del Mercosur. Así como en Europa uno de los primeros estados nacionales, España, debe enfrentar los desafíos secesionistas, en América del Sur el líder emergente, Brasil, debe demostrar que puede conducir un proceso de integración regional exitoso.

Eso, todavía está por verse.

(*) Abogado. Senador de la República (Vamos Uruguay – Partido Colorado)

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