Por Gustavo Toledo
Danilo Astori, el cuadro más lúcido de la derecha
uruguaya, anunció en la la edición anterior del semanario Búsqueda (¿dónde, si no?)
que “el rumbo” de la actual política económica está “consolidado” y, lo más
importante, que va a ocupar un lugar de “primera línea” en un eventual segundo
mandato de Tabaré Vázquez. Señaló que su papel es “aportar certeza y confianza”
y confesó que “no podría vivir sin estar ahí”.
En la
portada de esa misma edición, Búsqueda revela que Vázquez no sólo contactó a
Astori sino también a Mujica para que ambos ocupen “roles preponderantes” si
vuelve al gobierno.
Las
declaraciones de Astori, sumadas a la información que aporta el semanario,
abren una serie de interrogantes sobre el futuro del Frente Amplio y del
Uruguay, pero también sirven para disipar otras.
Vayamos por
partes.
En primer
lugar, queda claro que Vázquez y Astori dan por ganada la elección. O al menos
eso quieren transmitir con la ayuda del ejército de asalariados que aspira a
seguir prendido de la teta del Estado, de los traficantes de encuestas y
“columnas de opinión”, y de los politólogos mediáticos que ningún líder de
izquierda se atrevería a excluir del inventario partidario. Después de todo,
hay que "ayudar a que se produzca lo inevitable", como ironizaba el
maestro Popper sobre los cultores de la superstición marxista, ¿no?
En segundo
lugar, si la política económica está consolidada y no hay espacio para
innovaciones, ¿Fukuyama tenía razón? ¿Tocamos fondo? ¿Este es el fin de la
historia? Pues, así parece. Harvard ganó la batalla ideológica. Con el respaldo
de la embajada yanqui, las cámaras empresariales y los organismos
internacionales de crédito, los otrora “enemigos de clase”, aquellos contra los
que unos levantaron el lápiz para escribir pestes y otros el rifle para hacer
la revolución, se convirtieron por arte de magia en socios y aliados. (O
debería decir, ¿patrones?).
Con el MPP
autoexcluido del debate de fondo, más por razones tácticas que filosóficas,
Couriel, Olesker y los comités de base regenteados por el PCU representan, para
el establishment progre, una rémora de lo que alguna vez fueron y ya no son. Un
puñado de recopiladores de trastos viejos. Conservadores de ideas de segunda
mano. Pasadas de moda. Acaso, una sombra de oposición interna que legitima, con
su conmovedora endeblez retórica, la primacía del discurso dominante. En
resumen, un mal necesario. Conclusión, con la preciosa ayuda de estos
cuentapropistas del intervencionismo estatal, el tándem Vázquez-Astori no
apuesta a “mover las raíces de los árboles” como en el pasado sino a dejar todo
como está. Quietito. Bien atado. Reivindicando, con admirable franqueza, las
virtudes de un “modelo económico” que los Partidos Tradicionales, por timoratos
o por despistados, no se atreven a reclamar como propio. Ni mucho menos a
profundizar.
En tercer
lugar, cuando Astori señala que su rol es “aportar certeza y confianza” a un
eventual tercer gobierno del FA, ¿está diciendo que esa política económica
“consolidada” de la que se jacta y a la que rinde culto depende de que él esté
en el poder o es su reconocido e infinito ego el que lo lleva a ubicarse en el
lugar de “irremplazable”? Probablemente ambas cosas, pero sobre todo lo
primero. Astori, para los que cortan el bacalao, y eso bien lo sabe, constituye
la garantía de que la máquina no descarrile ni cambie de carril. Un mal
necesario, dicen los cultores de la Realpolitik que se reúnen en el local de
Tristán Narvaja. Un caballo de Troya, murmuran por lo bajo los coleccionistas
de antiguallas.
En cuarto
lugar, y quizá lo más importante, se aleja la idea de que Vázquez representa un
cambio respecto a Mujica. Desde el punto de vista estético, del envase, y del
discurso, claramente sí, pero nada más. El gobierno seguirá, en caso de ganar
el Doctor, como lo está ahora, repartido en tres partes: una para Danilo y sus
laderos, un puñado de conversos al más puro y duro Neoliberalismo, encargado de
la Economía y quizás de las Relaciones Exteriores; otra para el MPP, más PePe
que nunca, de corte marxista-ruralista, dispuesta a extender su dominio sobre
áreas clave del Estado y la Cultura; y otra para los mercachifles del PS, sin
una tendencia clara salvo hacia los sillones de oficina y los autos oficiales.
Y las migajas que sobren, presumiblemente pocas, para el resto. Vázquez, por su
parte, se reserva el rol de tribunal de alzada. De monarca sin corona. De
primus inter pares.
Esto, en
apariencia, no sería malo para quienes creemos en las virtudes del libre
mercado. ¿Qué mejor que apostar a la continuidad de una línea económica probada
y segura, que nosotros mismos iniciamos y cuyos resultados son el único logro
de verdad que puede exhibir la izquierda conversa? Si no fuera por los costos
que conlleva, sería la opción ideal. El problema es que de ganar Vázquez no
sólo se va a mantener la política económica sino también la sistemática
destrucción del sistema educativo, la falta de rumbo en la política exterior,
la politización de las Fuerzas Armadas, el incesante avance sobre la justicia y
la misma incapacidad para atacar las causas de la inseguridad y la
delincuencia. Apostar por él, en suma, es apostar por un combo de indeseables y
trasnochados que no da pie con bola. Sin contar que, dentro de cinco años,
cuando los defensores del statu quo -por imperio de la Biología- deban
retirarse a cuarteles de invierno, los cuadros de recambio de la izquierda
dura, alimentados durante este tiempo con las hazañas imaginarias de la
revolución tupamara y abundante leche de magnesia, van a tomar los remos para
dirigir la nave hacia donde soñaron sus mayores.
Vázquez, en
definitiva, es el escalón previo. Y Danilo, por más que se resista a verlo de
ese modo, un instrumento. Su instrumento. El objetivo, dicho en menos de 140
caracteres para que cualquier twittero lo entienda, es, claramente: profundizar
el capitalismo para luego pegar el salto. Como enseñó Don Carlos hace más de un
siglo y medio, y ahora nadie parece haber leído. Ni recordar.
Astori y
Búsqueda levantaron el centro. Si la oposición no se decide de una buena vez a
jugar en equipo, y cabecea a tiempo, más que perder el partido vamos a perder
el campeonato.